Ser o no Ser.
En el límite entre el cine de autor y el entretenimiento masivo, esta película alcanza la quimera del balance perfecto entre ambas formas de contar.
El destino es la fuerza suprema que lo controla todo, en esta brutal historia de venganza y amor concebida por el estadounidense Robert Eggers en clave de tragedia shakesperiana. Con apenas dos largometrajes en su haber y 38 años de edad, ya se consagró como uno de los realizadores hollywoodenses con ideas más interesantes, que separan a sus producciones del resto, tanto a nivel visual como narrativo. El éxito entre la crítica especializada con sus producciones de corte independiente The VVitch (2015) y The Lighthouse (2019) lo catapultaron al Olimpo de los directores con visión, de los auteurs, una especie de resistencia en la era de los estudios masivos y las franquicias interminables.
Es precisamente en ese limbo en apariencia infranqueable entre el cine más “artesanal” y la gran maquinaria de una industria formulera con miedo a asumir grandes riesgos, que se ubica El Hombre del Norte (The Northman, 2022). O mejor dicho, es el espacio que atraviesa con la fuerza de una cabalgata valkiria, iluminando todo a su paso de camino al Valhalla. Quizás una metáfora demasiado fácil para aplicar a este caso, tanto que puede resultar floja, y sin embargo es perfectamente funcional a su propósito. No hay una imagen que defina mejor el recorrido de esta épica vikinga, tanto dentro como fuera de la pantalla.
De un lado, tenemos a Eggers escribiendo el guion junto al poeta y novelista islandés Sigurjón Birgir Sigurðsson, también conocido por su nombre artístico Sjón, habitual colaborador de la reconocida cantautora Björk. Un cineasta que se forjó al calor del cine independiente, con bajo presupuesto y nombres casi desconocidos al frente de su primera producción, con tan buen tino que eligió como protagonista absoluta a la mismísima Anya Taylor-Joy (it girl del momento a nivel mundial y patrimonio nacional por adopción). Respaldado por la productora indie A24, para su segundo film reclutó nada más y nada menos que a Willem Dafoe y Robert Pattinson, que se lucieron en esta obra de terror opresivo, cargada de simbolismos y bellísima fotografía.
El mismo amor por las alegorías, el horror folk, las pasiones refrenadas y desenfrenadas, en el marco de una puesta en escena impecable y una cinematografía exquisita a cargo de asu habitual director de fotografía Jarin Blaschke, están presentes en su nueva película. Junto a todo que hace a la corta filmografía de Robert Eggers, pero de una forma mucho más accesible para el público masivo. La marca de autor y su tensión constante con las reglas del mercado, encuentran su equilibrio perfecto en esta negociación entre director y estudio, entre visión y presupuesto, en la que el relato más clásico y los límites del gusto masivo se conjugan con el particular y celebrado estilo visual del realizador, sus tomas larguísimas e impecables, cargadas de violencia y horror viscerales.
Amleth es el príncipe desterrado de su reino, signado por la tragedia y la venganza, que pierde el camino y recupera su propósito justo antes de descender en la locura y el olvido. Es el Hamlet que no esconde sus raíces (el anagrama del nombre no es casual, ya que el bardo basó su famosa obra en la leyenda nórdica), cuya historia fue reinterpretada una y otra vez en la cultura popular, incluso por los mismísimos estudios Disney en clave animada. Es difícil no pensar esta obra como la antítesis de ese modelo, como la resistencia de una forma de hacer cine caída en desuso tras años de franquicias y apuestas seguras a propiedades intelectuales, de remakes y retellings sin mucho para aportar. Y sin embargo, es la reinterpretación de una historia harto conocida, pero desde una perspectiva que resulta difícil encontrar hoy en la pantalla grande.
Es casi un milagro que The Northman sea una producción de semejante envergadura, en un panorama como el que atraviesa hoy la industria, con un director prometedor que todavía no fue captado por los grandes estudios y con un elenco de renombre, tanto para el público masivo como para la crítica especializada. Es la conjunción perfecta de todo lo que hace al cine moderno y es casi una utopía que esté disponible en cartelera, ocupando un digno puesto en el podio, junto a dos tanques de superhéroes y otras tantas películas aptas para toda la familia, en una industria en la que el cine de calificación R (películas para mayores de 18 años, o sea, adultos) es considerado una inversión peligrosa.
Protagonizada por un irreconocible Alexander Skarsgård, junto a Nicole Kidman, Anya Taylor-Joy, Ethan Hawke, una breve participación de Willem Dafoe y el regreso de Björk al séptimo arte luego de su infame experiencia bajo la dirección de Lars von Trier en Dancer in the Dark (2000), The Northman tiene todo lo que necesita para atraer al público a las salas. Sin embargo, y a pesar de su campaña publicitaria, los números de taquilla del fin de semana la ubican muy (pero muy) por debajo de Sonic 2 y Fantastic Beasts: The Secrets of Dumbledore. No es que dependa de nosotros como consumidores salvar al cine y mucho menos en esta parte del mundo, pero cada vez son menos las chances de que este tipo de películas se estrenen en la pantalla grande y vayan en cambio directamente a streaming.