La nueva película del director de «La bruja» y «El faro» es una violenta saga de revancha en el mundo de los vikingos basada en la leyenda nórdica que inspiró la obra «Hamlet». Con Alexander Skarsgård, Nicole Kidman, Anya Taylor-Joy, Willem Dafoe, Björk, Claes Bangs y Ethan Hawke.
Tras dos películas en las que patentó un estilo oscuro y realista, violento y misterioso, cinematográficamente tan potente como agitado, a Eggers le llegó el turno de hacer una película grande, de trasladar esa energía y fiereza a una escala mayor, más cercana a la del cine de acción. Y el resultado es THE NORTHMAN, una película que respeta su estilo, es fiel a su manera de entender el cine, pero pierde algo de originalidad al ser trasladado ese universo a un sistema narrativo bastante más convencional. Así y todo, si uno la compara con las grandes producciones de acción contemporánea, esta violenta saga vikinga marca una clara diferencia. Se puede compartir o no, pero detrás de ella hay una visión, una firma.
EL HOMBRE DEL NORTE se basa en la historia o leyenda en la que, supuestamente, se inspiró William Shakespeare para crear Hamlet. Es cierto que sus imágenes remiten más a una mezcla entre JUEGO DE TRONOS, CONAN, EL SEÑOR DE LOS ANILLOS y cualquier saga nórdica que uno haya visto en Netflix y en la que se incluyan palabras como «Valhalla», «valkiria» u «Odin», pero el corazón de su historia es fácilmente identificable como la de aquel príncipe de Dinamarca o, para los más chicos, como la de EL REY LEON.
Aquí el personaje se llama Amleth. Interpretado, en su edad adulta, por Alexander Skarsgård, tiene ese mismo deseo de venganza por el asesinato de su padre pero no posee las dudas existenciales que al respecto tenía su casi homónimo. Todo comienza en un mundo tan frío y desangelado que invita a los espectadores a ir al cine abrigados. Allí, el todavía pequeño e inocente Amleth recibe feliz a su padre, el Rey Aurvandill (Ethan Hawke), que regresa victorioso de la guerra. Su madre, la Reina Gudrún (Nicole Kidman), lo acompaña en la ceremonia de bienvenida y allí también aparece, ligeramente amenazante, su tío Fjölnir (Claes Bang).
Todo parece tranquilo en el reino, pero acaso no es tan así. El rey está herido y decide que su pequeño hijo debe aprender las tradiciones locales y volverse un hombre aún teniendo solo 10 años. Eso implica una serie de asquerosos rituales que organiza Heimir (William Dafoe), iluminado bufón del pueblo. Pero el paso a la adultez llega más rápido que lo pensado. Apenas salen de la ceremonia, el Rey es asesinado nada menos que por su hermano, que también quiere liquidar al pequeño y quedarse con Gudrún. Amleth logra esconderse y escaparse en un barco mientras grita, cual mantra: «te vengaré, padre; te salvaré, madre; te mataré, Fjölnir«. Y eso es, también, un buen resumen de toda la trama.
Ya de grande Amleth es un guerrero enorme en tamaño y salvaje, casi feral, en actitud; un Mel Gibson vikingo y violento que avanza con su pack de desaforados colegas destrozando pueblos y aldeas, brutales escenas que Eggers filma con destreza y, en un caso, mediante un complejísimo plano secuencia. El objetivo siempre es el mismo: ir a buscar al tío y arrasar con todo. El tipo se entera qué fue de la vida del hombre, quien está congelándose las medias en Islandia, y marcha cual perro de caza a cumplir su cometido. Fjölnir cree que su sobrino está muerto, así que no se preocupa en absoluto.
De allí en adelante nos encontraremos con un espectáculo violento y brutal, una serie de batallas, desencuentros, peleas, engaños y hasta un partido de algún raro deporte nórdico en las que Amleth (que es tomado como esclavo y es irreconocible para su madre, su tío y los otros hijos de ellos) irá acercándose sigilosamente a su objetivo, haciéndose el «amigue» pero liquidando a medio pueblo en el camino. Su compañera de aventuras será Olga (Anya Taylor-Joy), a quien conoce en el viaje en barco y con la que desarrolla una sensación extraña para los tipos de su clase, sensación que algunos conocen como «sentimientos».
EL HOMBRE DEL NORTE tiene una trama básica que recién se complejiza sobre el final, a partir de algunas revelaciones y novedades que obligan a Amleth a recalibrar algunos de sus pasos. Pero lo importante aquí tiene que ver con cómo Eggers cuenta su historia. Al director de EL FARO se lo ve muy respetuoso de las tradiciones nórdicas clásicas (el uso del alfabeto rúnico para separar episodios, ciertas mitologías que incluyen carruajes voladores, hasta las célebres espadas de enorme poder que envidiaría el mismísimo Thor) y esa atmósfera brutal, violenta e irrespirable domina buena parte de las acciones: todo aquí es gritado, desaforado, perturbador y muy sangriento. El sol no aparece ni en los sueños del protagonista.
Algunas elecciones formales son curiosas. El uso del inglés fuertemente acentuado provoca momentos casi risibles (salvo cuando aparece Björk, en un breve pero contundente papel) y por momentos la brutalidad de los procedimientos acercan al film más al universo de 300 que de un drama con ciertas complejidades psicológicas. Es que Amleth es un tipo tan poseído por su deseo de venganza que no parece registrar demasiado cualquier otra cosa que pudiera afectarlo, ni siquiera las ligadas a su madre o a Olga. Ante la alternativa entre una escena de desgarro psicológico y una con dos vikingos peleando casi en bolas en medio de un volcán, Eggers claramente elegirá la segunda.
EL HOMBRE DEL NORTE no tiene la gracia ni la creatividad lisérgica de THE GREEN KNIGHT, por citar otro film de autor basado en leyendas antiquísimas. Con 90 millones de dólares a su disposición, Eggers se enfrentó a hacer un film accesible (o más o menos accesible, dependiendo del estómago para la carnicería a cielo abierto de cada espectador) y eso volvió a su propuesta un tanto más mecánica y convencional. Es cierto que en un panorama de cine de gran espectáculo dominado por intercambiables sagas de superhéroes rodeados de efectos digitales, una película como esta parece un milagro, un regalo de otros tiempos.
Es que se trata de un film que se embarra las manos, con escenas que parecen extraídas de las pinturas clásicas más violentas imaginables, casi un flashback a cierto cine de acción de los ’80. Su brutalidad –su machismo disfrazado de sacrificio, en plan Will Smith en los Oscars– puede llegar a ser un tanto indigesta para los cánones actuales, pero es respetuosa de lo que, uno imagina, pueden haber sido los comportamientos vikingos en el siglo X en el que transcurre la historia. EL HOMBRE DEL NORTE no es sutil, pero abraza su brutalidad con una pasión tal que se vuelve convincente.