Bienvenidos a una historia de venganza, guerra, sangre y religión en el oscuro Norte de Europa, en la alta Edad Media, con un rey muerto por su hermano que captura a su esposa y un niño que jura venganza y recuperar el reino (ok, sí, hay algo hamletiano aquí pero Hamlet se basa en una leyenda danesa). Es el tercer largometraje de Robert Eggers, el de esa joya del horror que es "La Bruja" y de un film en blanco y negro, de terror también, llamado "El faro", que no tuvo estreno aquí. Eggers es un estilista absoluto: aquí inventa formas del cine de acción y busca -como en sus películas anterioresun cuento elemental, primitivo, la raíz de un cuento tradicional. Sabe que esos cuentos han tenido un estadio salvaje, y Es una película salvaje en más de un sentido. Hay acción, hay sangre, hay ritos bien primitivos. En ese punto, incluso si todo es estilizado y tiene una puesta en escena muy elaborada, la película es casi un documental, un acercamiento no solo a las raíces del mito sino a cómo podría haberse registrado, y con qué elementos, si el cine hubiera existido. Aceptadas esas convenciones, es un entretenimiento desenfrenado, en ocasiones excesivo, que rompe el Hollywood adocenado de hoy.