El otro yo
Basada en una obra de José Saramago, El hombre duplicado (Enemy, 2013) transita la temática del doble con un nivel de perfección asombrosa en el armado del relato que recuerda al mejor Stanley Kubrick, al darle a cada imagen una potencia descomunal e ingresar al espectador en un laberinto inquietante. Sin dudas uno de los mejores thrillers psicológicos del año.
La historia nos muestra a Adam (Jake Gyllenhaal), un profesor de historia que atraviesa un conflicto existencial. Su relación de pareja no lo satisface y su rutina diaria lo agobia. Inmerso en la repetición de la vida urbana, decide ver una película por recomendación y surge la sorpresa: uno de los actores de reparto, Anthony, es igual a él. Se pone a tratar de contactarlo casi como una obsesión y sin saber mucho qué busca de él. El resultado será tan atractivo como peligroso.
En tan sólo tres minutos la película encierra una tensión sin igual. El director Denis Villeneuve (Incendies, La sospecha) realiza suaves movimientos de cámara que enfocan los gestos del protagonista mientras atraviesa un pasillo. La imagen es simple pero es elevada a otra dimensión por el uso de los recursos formales: el cómo se muestra será clave en toda la película. La edición de sonido es fundamental para tal construcción, crea un clima de nerviosismo que invade la narración para mantener expectante al espectador.
“Hegel dijo que la historia se repite dos veces, Marx agregó: una es tragedia y la otra farsa”, dice Adam en su clase de historia, que a su vez habla de la historia de la película. El hombre duplicado es un cuento de dobles, pero el guión del español Javier Gullón lo universaliza, y traslada a cualquier ciudad cosmopolita. Villeneuve no busca una narración clásica con resolución fácil sino todo lo contrario: plantea un entramado de situaciones para delinear paralelos entre personajes pero también entre sus respectivas parejas, entre edificios que se multiplican, rutinas diarias que se reiteran, y miserias humanas.
Así en la película, los planos de situación se re significan en función de la trama, un plano de un personaje esperando adquirirá una tensión sin igual, y una leve caricia femenina dará tanta contención como temor. Villeneuve pasa de la historia de un personaje al otro –su doble- por corte directo, planteando un clima de pesadilla similar al de El camino de los sueños (Mulholland Drive, 2000). Pero no será la alucinación que envuelve a un personaje cotidiano como en David Lynch, sino un personaje cotidiano inmerso en sus temores más profundos y alucinatorios.
Villeneuve diseña un armado intelectual que desafía la inteligencia del espectador para darle una vuelta de tuerca a los relatos de dobles y elevarlos a un nivel exquisito. En un cine actual reiteradamente explicativo y banal, El hombre duplicado nos recuerda el poder que una obra sutil, inteligente y cerebral puede darnos.