¿Quién soy yo?
Enemy es una de esas películas que genera tanto amor como odio. Los amantes de las películas llenas de teorías e interpretaciones diversas se podrían hacer un festín por días, pero no vinimos a especular con ello, en principio. Aunque podríamos dar nuestra teoría, porque no.
Basada en el libro de José Saramago “El hombre duplicado”, empieza con una frase que sirve más como despiste que como orientación para el espectador: “El caos es un orden por descifrar”. Sí, muy linda e interesante, pero al ver el desarrollo de los sucesos, entenderemos que su idea ayuda sobre el final para alimentar la especulación más que para brindar un esclarecimiento. No sigas la película en torno a esa idea, retómala para interpretar lo sucedido.
En los primeros minutos del film nos encontramos con Adam (Jake Gyllenhall), se trata de un profesor universitario de historia cuya vida monótona y rutinaria interpretamos con el buen trabajo del director Denis Villenueve. El director en todo momento maneja los hilos de la película con una precisión genial entre el suspenso, la fotografía y la edición de los hechos. El protagonista tiene una novia muy bonita (Mélanie Laurent), pero su relación con ella es más dedicada al placer que a la compañía conyugal, y por fuera de esta unión y su trabajo en la facultad, Adam tiene pocas ocupaciones o pasiones.
Así un día se encuentra con un sujeto en una biblioteca que le sugiere una película para ver, aquí se empieza a armar el conflicto en la vida de Adam Bell. De causalidad, en un plano sobre el fondo de una escena, ve un extra muy parecido a él mismo. Esto lo obsesiona con buscar e investigar acerca de la vida de este actor, Anthony St. Claire (interpretado también por Gyllenhall), inclusive tomando su identidad para lograr ciertos datos y llegar a su objetivo. En la primera llamada, Adam es atendido por la novia de Anthony (Sarah Gordon) que confunde al profesor de historia con el actor.
El suspenso hasta aquí nos atrapa en todo momento, está muy bien planteado, junto con la interpretación de Jake Gyllenhall, perfecta para que el espectador sepa diferenciar muy bien un personaje de otro. Luego del encuentro entre los “gemelos”, el film cambia para dedicarse un poco más al terror.
Los fantasmas de Lynch o Cronenberg son algunos de los que giran alrededor de este trabajo que a pesar de su magnífica dirección, interpretación actoral y simbolismo enigmático verdaderamente atrayente, deja muchas pequeñas pistas que golpean contra el argumento global y los personajes que quedan en un segundo plano.
La historia en sí es solamente una excusa para pensar el enigma. El sonido y el suspenso, la fotografía, todo ayuda para retratar un mundo sombrío y oscuro que podría estar en cada ciudad. El final deja boquiabierto, puede gustar o no, pero jamás puede ser ignorado un cierre tan contundente. El enigma y las pistas que deja el film son muy sutiles, tan sutiles, que lo convierten en uno de esos trabajos que sirven para volver a ver y estudiar detenidamente.
La cuestión de la identidad personal es el punto más fuerte que toca, donde dos seres humanos físicamente similares se encuentran y donde están los límites de esa identidad. También con un poco de la dimensión desconocida, ambos personajes tienen vidas encontradas, con tantas cosas en común como diferencias sustanciales. Los opuestos se atraen, pero hay algo de ese contrario que le pertenece a otro, como el yin y el yang; en la vida de ambos, hay algo que no cierra, una característica o cualidad que se adapta con el espejo y ahí es donde la atracción fue inevitable.
“La historia se repite, la primera vez como tragedia, la segunda como farsa”, repite Bell, pero ¿qué sucede cuando no se trata de la historia, sino de dos sujetos iguales, pero distintos? ¿En qué se parecen? ¿El caos los ordena a los dos, o ellos ordenan el caos?
En fin, podríamos pensar más, pero no nos da el tiempo para seguir buscando a nuestro Anthony (?).
Por Germán Morales