Mucho se podía esperar de un filme realizado por el director canadiense Denis Villeneuve responsable de obras como “Incendies” (2010) o “La Sospecha” (2013), sobre todo si le vamos sumando a estos antecedentes el de encontrarnos frente a la adaptación de una novela escrita por el portugués José Saramago.
El problema de la traslación de la literatura al cine, es decir cómo se puede explicar en imágenes lo que en palabras le llevo seguramente al autor literario varias páginas.
Este es el principal problema de la película. La verosimilitud del conflicto que debería disparar el desarrollo del relato depende de la construcción y presentación del personaje, y para explicarlo debo introducir parte de la historia que narra.
Adam (Jake Gyllenhaal) es profesor de filosofía en una universidad en la ciudad de Toronto, convive con su pareja Mary (Melanie Laurent), y su vida es de una monotonía espantosa.
Un día se despierta en medio de una pesadilla (y esto podría ser una clave en la interpretación del texto), y descubre que en el filme que acababa de ver antes de acostarse hay un personaje animado por un actor idéntico a él.
Este hecho en sí mismo no debería introducir problema alguno, es de por si, sin otros elementos, un acontecimiento que se instalaría en el orden de la curiosidad y no del misterio. Para que se instale en esta ultima opción y se desarrolle como conflicto narrativo, debería haberse tomado el tiempo y entregar los componentes (sobre todo psicológicos) necesarios en la conformación y presentación del héroe, para que desde el punto de vista de Adam pueda ser materia de tratamiento narrativo cinematográfico.
Lo que a priori se podría entender como un caso de doble identidad, tal cual la novela del escocés Robert Louis Stevenson “Dr. Jekill y Mr. Hyde”, se diluye en las trampas que por engaño, omisión o incorrección narrativa, va cayendo la realización.
Lo que termina por constituirse como un texto muy enmarañado (arañas no faltan en las imágenes), al mismo tiempo que se desarrolla en un clima asfixiante, tanto para Adam como para los espectadores.
Si es loable la dirección de arte, específicamente lo relativo a la iluminación y desde ahí la fotografía, la puesta de cámara y la constitución de los otros personajes, el valor agregado del filme se encuentra en los actores, empezando por su protagonista y continuando por los secundarios, destacándose la actriz Melanie Laurent protagonista de producciones tan disímiles como “Bastardos Sin Gloria” o “El concierto”, ambos del 2009, y a un mismo nivel Sarah Gadon a quien vimos en “Un Método Peligroso” (2011) interpretando a Emma Jung quien aquí cumple el rol de la esposa de Anthony, el actor idéntico a Adam.
El director intenta desarrollar un thriller psicológico y se queda a mitad de camino, no lo es tanto así como aburrido por confuso, sino transitando un drama mal emplazado, dando cuenta que de la comedia a la tragedia la línea puede ser muy delgada, y en lo que incumbe al relato, del sueño a la constitución de un delirio psicótico también, simbolismos incluidos, léase arañas, en este caso tarántulas, icono de mal augurio, ya que terminan por ocupar todo el universo del personaje.