En nombre de Saramago
El actor de “Secreto en la montaña” protagoniza “El hombre duplicado”, el filme basado en una novela del Premio Nobel, que se estrena aquí el jueves. La viuda del escritor portugués elogia la versión del director, Denis Villeneuve.
“El caos es un orden por descifrar”, dice el epígrafe de El hombre duplicado, el libro que José Saramago publicó en 2002. Y así comienza la película homónima del director canadiense Denis Villeneuve (Quebec, 1967), que se estrena el jueves en Buenos Aires. “Pensé en ser fiel al amor que sentí cuando leí el libro, pero más que adaptación es mi interpretación”, sostuvo el ascendente director, dueño de un cine virulento, autor de éxitos como La sospecha (2013) o Incendies (2010). Y Pilar del Río, viuda de Saramago y traductora del libro, concede: si Saramago entregó los derechos de su obra, es porque confiaba en el director (ver “Adaptación...”).
No conocemos el trasfondo de la negociación entre Villeneuve y Saramago. Pero sí la que el cineasta mantuvo con el venerado dramaturgo Wajdi Mouawad para llevar al cine su Incendies, una obra que Sergio Renán trajo en 2013 a la escena local y que en su versión cinematográfica estuvo nominada al Oscar como mejor película extranjera. Cuando Villeneuve fue a pedirle los derechos, Mouawad le puso condiciones: que hiciera una película personal y que no le pidiera ayuda. Fue el mejor regalo. Para él y para los espectadores. Con el libro del Nobel portugués ocurre lo mismo. Por suerte y por respeto a todos, el director abusó de su libertad. Una libertad que también le ofrece su actor fetiche, el polifacético Jake Gyllenhaal.
Su cine enigmático agobia. Su alter ego aflora sin piedad, pues Villeneuve hace cine más allá del origen de sus historias: la vida, el teatro, un libro. Tal vez la clave haya que buscarla en su infancia. De chico adoraba los western, y más tarde se vio deslumbrado por 2001 Odisea del espacio, la mítica película de Stanley Kubrick, basada en un libro del novelista Arthur Clarke. Fue la película que le enseñó el misterio. Pero lo suyo no es la ciencia ficción, sino la condición humana, las personas, amenazadas por situaciones extremas, históricas, sociales o meramente personales, si es que éstas existen.
Si en Incendies el desencadenante está en el contexto, en las secuelas de la guerra de Líbano, cuyas consecuencias son atribuibles a cualquier guerra, si en La sospecha la violencia urbana además de aturdir muestra las perversiones de un padre acorralado por la desaparición de su hija, en El hombre duplicado vemos la lucha del subconsciente. La identidad, el conflicto interno que se dispara en los personajes. Y una pregunta que es la del libro: ¿Qué nos define como personas individuales y únicas? Preocupaciones compartidas, excelentemente amparadas en el guión del español Javier Gullón.
Apuesta a la universalización de sus historias Villeneuve. Sus películas ocurren en Montreal, en Ontario o en Líbano, pero poco importa el lugar. Podría ser Buenos Aires. Sí sobresalen las miserias, los interrogantes y las angustias de los protagonistas. La lucha interna, que en el caso de El hombre... hasta permite reconstruir el pasado.
Hay que desconfiar de Villeneuve. Lo suyo es el enigma. Y lo simbólico. Si hasta juega con las arañas de Louise Bourgeois, la artista franco estadounidense. Ella estuvo en el infierno y volvió. Su gigantesca araña es un homenaje a su madre, víctima como la artista, del padre de Louise, tiránico y mujeriego. Si van a ver la película, descifrarán la relación. Si no, es suficiente saber que a Villeneuve lo atraen los miedos, sus propios miedos.