Querida, encogí a Marvel
Ant-Man: El hombre hormiga (Ant-Man, 2015) no es lo mejor que puede producir Marvel Studios, pero se acerca. Mientras otras películas del “Universo Cinematográfico Marvel” parecen existir sólo para promocionar la siguiente, Ant-Man: El hombre hormiga cuenta una historia autosuficiente. Lo otro notable es que no se toma muy en serio (¿quién podría?) y se juega abiertamente por la comedia. Y no el tipo de comedia hecha a base de tonitos sarcásticos y personajes insinceros, como Avengers: Era de Ultrón (Avengers: Age of Ultron, 2015). Ant-Man: El hombre hormiga se anima a contar chistes. No son necesariamente buenos, pero tiene un buen promedio.
La historia es técnicamente un refrito de Iron man - El hombre de hierro (2008): dos científicos se pelean por un traje. El bueno es Hank Pym (Michael Douglas), el malo es su protegido Darren Cross (Corey Stoll, que hasta se parece a una versión rejuvenecida del malo de Iron Man). El traje en cuestión permite al usuario achicarse a voluntad hasta adoptar no sólo el tamaño de una hormiga sino su desproporcional fuerza, lo cual lo hace ideal tanto para el combate como para misiones de infiltración. Cross quiere vender al mejor postor, Pym prefiere encanutarlo.
Pym ha mantenido su descubrimiento en secreto durante años, pero cuando tiene razones para sospechar que Cross está a punto de replicar su fórmula, decide sabotear su investigación y donar el traje a un nuevo Ant-Man. Aquí la historia toma un giro extraño e introduce a un ladrón de guante blanco llamado Scott Lang (Paul Rudd), quien se convierte en el nuevo Ant-Man y en el protagonista. Es una decisión curiosa porque Lang es un personaje bastante chato al lado de Pym. No posee defectos, no experimenta un arco evolutivo, no cambia de manera significativa ni toma grandes decisiones. Es inmediatamente simpático porque lo interpreta Paul Rudd, pero entra y sale de la película sin dejar mucho en el camino.
El personaje rico en caracterización es Pym. Actúa, está motivado, tiene un objetivo y se ve amedrentado por conflictos tanto internos como externos. Él crea al héroe y al villano de la película, y todo lo que ocurre en ella está directamente ligado a él – ya esté desafiando su mal genio, reconciliándose con su hija, redimiendo su legajo, hallando paz interior o salvando al mundo. Y sin embargo el centro de atención es Scott Lang, lo cual es un desperdicio. Es como si el relevo cómico o algún otro farsante hubiera usurpado el papel del protagonista e hiciera todo en su lugar. ¿Cuánto más apropiado e interesante sería tenerlo a Hank Pym en el centro de atención?
La trama es bastante predecible aún sin haber visto Iron Man, pero Ant-Man: El hombre hormiga tiene esa vuelta de tuerca necesaria que le falta tanto a otras películas similares. Encogerse no es un súper-poder popular, y es divertido ver exactamente cuáles son las reglas del traje, de qué es capaz Ant-Man y cuáles son sus límites, cómo vence a enemigos cientos de veces más grandes que él y cómo lidera telepáticamente ejércitos de hormigas. Obviamente tiene que haber un duelo final (en un trencito de juguete), pero qué refrescante que es ver a un superhéroe que se especializa en soluciones prácticas e ingeniosas a lo MacGyver en vez de moler a piñas o disparos a sus enemigos. ¿Cuál fue el último superhéroe que no se midió por la brutalidad de su fuerza?
Gran parte del éxito de Ant-Man: El hombre hormiga se debe sin duda a la contribución del inglés Edgar Wright, quien tuvo que bajarse como director luego de una larga puja creativa con Marvel, pero quedó acreditado como guionista y productor y la película lo refleja. El propio montaje es humorístico, y gran parte de la comedia es puramente visual: el plano que dura de más, la forma en que la cámara panea relampagueante entre distintas escenas, la forma en que las cosas entran y salen de cuadro, etc. Es una lástima pensar en el calibre que hubiera tenido el film de poseer Edgar Wright control absoluto, pero aunque sea ha dejado su marca al pasar.
Ant-Man: El hombre hormiga nos acerca un paso más hacia la saturación crítica del género. La película no estaría completa sin guiños y promesas sobre la tercera oleada de películas marca Marvel que arranca el año que viene, fiel a la programación como si fuera un show de TV. El show de TV más caro y extendido en la historia del cine. Se vienen un montón de segundas y terceras partes, así como varias mitades de la película por la que varios van a pagar dos veces para ver. Así que Ant-Man: El hombre hormiga zafa como una “película menor” dentro del plan maestro de Marvel (a la fecha es la más barata en ser producida, por apenas 130 millones de dólares, aproximadamente la mitad del costo de Avengers: Era de Ultrón). Es más íntima, tiene forma rara, es bastante tonta pero también divertida. Y como Paul Rudd, es mucho más simpática que graciosa.