Cuando menos es más
Ant-Man es exactamente la película del universo Marvel que estábamos necesitando ¿Se trata de un film notable? Para nada, pero entre tanta producción grandilocuente, ambiciosa, ruidosa y a esta altura un poco agotadora, esta propuesta de Peyton Reed resulta un bienvenido remanso; una obra pequeña, sí, pero al mismo tiempo tan eficaz como disfrutable.
La elección de Reed para un largometraje de Marvel parecía en principio un despropósito, ya que venía de rodar títulos como Abajo el amor, Viviendo con mi ex, ¡Sí señor! y varias incursiones en la TV, pero como Ant-Man es esencialmente una comedia antes que un film de acción la decisión fue más que acertada.
El guión coescrito a ocho manos entre Edgar Wright (iba a ser el director originalmente), Joe Cornish, Adam McKay y el también protagonista Paul Rudd apuesta sobre todo al humor absurdo, a un tono leve que, por suerte, evita por completo la solemnidad de los parlamentos y las intrincadas y acumulatorias vueltas de tuerca de tantos films de Marvel. En ese sentido, está más cerca de Guardianes de la Galaxia que de, digamos, la saga de Thor.
Ant-Man narra la historia de un querible perdedor llamado Scott Lang, (quién mejor para ese papel que Paul Rudd), un ladrón sin suerte que sale tras tres años en la prisión de San Quentin. Sin familia -su ex esposa (Judy Greer) está en pareja con un policía (Bobby Cannavale) y casi no ve a su pequeña hija- y sin trabajo (hasta lo echan de una cadena de comida rápida), no tiene más remedio que reincidir en el delito de la mano de su único amigo Luis (un hilarante Michael Peña) y su patéticos secuaces.
Claro que también aparecen el típico científico de los films de Marvel (el doctor Hank Pym que interpreta Michael Douglas), su bella hija Hope (una no del todo aprovechada Evangeline Lilly) y el villano de turno, Darren Cross (Corey Stoll), ambicioso y despiadado discípulo de Pym.
La parte “seria” es la menos interesante de Ant-Man, que fluye y entretiene cuando apuesta por el gag inocentón, cuando acompaña a los losers, cuando hace un uso divertido de las CGI que remite a El increíble hombre menguante (1957), de Jack Arnold, con un héroe diminuto en tierra de “gigantes”.
Sí, hay cameo de Stan Lee, escena en el medio de los créditos finales, referencias a la organización S.H.I.E.L.D. y a otros cómics/películas de Marvel, pero en esencia Ant-Man es una comedia leve y muy simpática. Esta vez, menos es más. Misión cumplida.