No pude ver ANT-MAN antes de su estreno y, por eso, esta especie de “más vale tarde que nunca” intenta ser una suerte de correctivo a una nota anterior que escribí en contra de la política de “abrumadora conquista universal” de Marvel y su posible decadencia. Digamos entonces que si bien ANT-MAN no me devolvió del todo la fe en la capacidad de la compañía de hacer geniales películas –en lugar de interconectados eventos de marketing–, por lo menos me reconcilió un poco con el cine de superhéroes. Tomando en cuenta que, probablemente sea la película menos taquillera de la línea MCU –a la altura de las dos HULK-– es improbable que Marvel decida mantenerse en esta línea de películas que prefieren el humor, el ingenio, el desarrollo de personajes y un control del espacio narrativo que casi no existe en el resto del tan mentado universo, salvo tal vez en la segunda CAPITAN AMERICA.
Es cierto que la película no es perfecta ni mucho menos y estimo que esa falta se encuentra en las dificultades que tuvo Edgar Wright en llevar a cabo el proyecto tal como lo tenía en su cabeza por las imaginables interferencias de Kevin Feige, el dueño del circo Marvel. Pero mucho del humor y el ingenio inyectado en ANT-MAN está directamente ligado a la manera de entender los géneros del guionista y director inglés de SHAUN OF THE DEAD: su especial inventiva para el humor visual, su facilidad para mantenerse siempre al límite entre el homenaje y la parodia, su capacidad de crear personajes tan simpáticos como un tanto impresentables.
ant-man-movie-image-paul-rudd1Casi todos los “socios” de Scott Lang (Paul Rudd) parecen surgidos de cualquiera de las películas de Wright (especialmente el que interpreta Michael Peña) mientras que ciertos apuntes visuales ligados a sus “anécdotas” son clásicas en el esquema creativo del cineasta, apuntes visuales que imagino estaban en el guión original y que el habitualmente muy competente realizador Peyton Reed ha sabido mantener. Buena parte del guión de Wright y Joe Cornish se ha mantenido y resulta obvio que sumar como nuevos coescritores a Adam McKay y el propio Rudd es una más que sabia decisión. Si hay un dream team de escritores/directores de comedia, muchos de ellos están aquí.
Esos toques cómicos dominan buena parte del filme –lo mismo que una levedad que la torna agradable de ver–, aunque por momentos la mirada más “generalista” de la compañía los deja de lado en función de los requerimientos del caso. Es un mix curioso pero que funciona, una suerte de combate interno entre las tendencias paródicas de la comedia actual y la superproducción masiva. ¿Es un empate técnico? Diría que no, que en el fondo ganan los livianos, los comediantes, los que pensaron que ANT-MAN podía ser un tanto boba y retro y amable. Y, como tal, mucho más disfrutable que las otras.
AntMan-2015-1Hay cuatro o cinco cosas que, para mí, convierten a ANT-MAN en la mejor película de Marvel. Que no se toma demasiado en serio. Que se mantiene dentro de una “escala humana” (o micro-humana) en cuanto a los alcances de la historia. Que desarrolla personajes con los que uno puede identificarse. Que es parte de un género específico (el caper/heist film, película de “robo” a la manera de RIFIFI o LA GRAN ESTAFA) y que casi no abandona la ciudad, el lugar físico determinado en el que se desarrolla la acción. Que tiene muy ingeniosos efectos para manejarse en el nivel micro donde ANT-MAN actúa, casi a la manera de VIAJE INSOLITO y esas películas de los ’80 que en cierta parte remeda. Que su conexión con el MCU está, pero que no atora ni fuerza a seguir el filme con un chart de personajes. Y podría seguir con varios méritos más que la película tiene…
A eso hay que agregarle el carisma de Rudd, Peña, la cada vez más activa Evangeline Lilly y el veterano Michael Douglas que, al menos para los de mi generación, representa una suerte de extraño ícono, encima cada vez más parecido a su padre, Kirk. Si le suman un villano (Corey Stoll) que, si bien no es perfecto, también se maneja dentro de los límites de la ya citada escala humana del filme, todos los elementos confluyen para que ANT-MAN sea, casi, una delicia de principio a fin. Aún las clásicas y larguísimas escenas finales de combate que suelen terminar por arruinar casi todas las películas de Marvel son aquí más cortas y están matizadas por momentos de humor audiovisual (el sonido de los juguetes al caer, digamos) que vuelven probar que el ingenio en el humor no está siempre en el chiste, en el remate, sino que el lenguaje cinematográfico tiene una larga historia, de Buster Keaton para aquí, que prueba que el mejor humor surge usando los recursos propios del medio.
El mejor chiste, para mí, es uno que se toma en solfa a la propia lógica de Marvel. Es cuando se menciona que se necesitaría ayuda de los Avengers y Lang dice que “están muy ocupados lanzando ciudades sobre la Tierra”. Sí, es un buen chiste per se, pero es mejor todavía ya que pone de manifiesto el problema central de buena parte del MCU: los personajes han perdido toda relación con lo que podemos llamar la plausibilidad, cierta lógica que nos hace interesar en lo que les pasa. Aquí, el pequeño ANT-MAN nos devuelve a la lógica humana y amable del primer SPIDER-MAN, de Sam Raimi. Como nos lo vendían entonces, los superhéroes de Marvel se destacaban respecto a los otros ya que transcurrían en tiempos y lugares reconocibles. Después casi todos dejaron de hacerlo y funcionan en un universo cerrado en sí mismo. El filme de Peyton Reed y Edgar Wright (prefiero considerarlo así) nos devuelve a ese lugar donde podemos volver a creer que los superhéroes viven entre nosotros. Solo hay que tener cuidado de no pisarlos.