Para disfrutar a lo grande
Ant-Man supera el complicado desafío de adaptar un cómic sobre un superhéroe diminuto. Mejor aún, lo convierte en un triunfo cinematográfico sorprendente. Ésta es una película de superhéroes que cumple con los pasos correspondientes de una primera entrega, pero, sobre todo, es una comedia exacta. Su director, Peyton Reed, tiene experiencia en trabajar los géneros desde perspectivas inusuales y, a la vez, honrarlos y resignificarlos. Lo hizo, por ejemplo, en Abajo el amor con la "comedia sofisticada" de los años 50 y primeros años 60. En Viviendo con mi ex su sutileza para trazar personajes y su capacidad de demolición emocional disfrazaban un doloroso drama de separación de comedia de guerra de los sexos.
En Ant-Man, Reed entrega una película del sello Marvel que incluso supera en diálogos brillantes y en réplicas gestuales perfectas a las Iron Man (contó con el guión de cuatro especialistas en comedias como Edgar Wright, Joe Cornish, Adam McKay y Paul Rudd). Rudd, además, es un protagonista ideal, convencido de que el camino de Robert Downey Jr. y Chris Pratt es el correcto: la comedia llega antes que la acción, y la hace más grande y vistosa. Sin humor hay menos posibilidades de diversión, de movimiento.
Pero no sólo de humor y comedia vive esta resplandeciente película. Las peleas son imaginativas y comprensibles y, además, hay un detalle clave: no hay excesos en movimientos y golpizas eternas. De todos modos, es casi imposible que transcurran demasiados minutos de acciones, revelaciones o cambios sin estar condimentados por chistes, humor o grandes ideas visuales con timing preciso, o por alguna mirada zumbona sobre las instancias más habituales de la narración del cine mainstream: éste es un relato que se anima a plantear momentos emocionantes y, a la vez, hacer chistes sobre esos momentos sin restarles potencia: más bien al contrario.
La historia del noble ladrón cibernético interpretado por Rudd (como Chris Hemsworth en la inédita Blackhat, de Michael Mann), que debe recuperar a su hija pequeña, se ve potenciada por la historia del científico interpretado por Michael Douglas, que contagia su placer y su prestancia en el manejo de un tipo de personaje que le calza perfectamente y que no ha explorado demasiado en su carrera. Evangeline Lilly resplandece, y Michael Peña se revela como comediante notable. Hay más para elogiar del elenco del film, pero lo más importante es que la película es un ensamble perfecto de interacciones y no una exhibición de actuaciones vanidosas.
No hay grandes vueltas de tuerca argumentales, aunque esto no significa que haya poco movimiento narrativo: los personajes cambian, tienen conflictos, deseos, anhelos, pero para eso no necesitan estar atados a vueltas de tuerca, a astucias efímeras. Ant-Man logra lo que parecía imposible en esta temporada en el cine de mayor producción: personajes que importen, gracia para los diálogos, imaginación para usar sus recursos (¡hormigas para la aventura!) y fluidez para contar. Una película talentosa, creativa, rebosante de felicidad.