El increíble hombre menguante
Un superhéroe de segunda línea en el universo Marvel pasa a concentrar toda la atención mediática en este imaginativo film, al tiempo que utiliza eficazmente el humor, moneda poco corriente en el gigante de cómics. Y la clave del acierto es Paul Rudd, hombre con un abultado CV, desde el programa televisivo Saturday Night Live hasta comedias clásicas de Judd Apatow como Virgen a los 40, Ligeramente embarazada y This is 40. En un mayúsculo (aunque a todas luces temporal) giro de su carrera, aquí Rudd es Scott Lang, un ladrón experto en computadoras que recibe una oferta para trabajar en libertad. El oferente es el Dr. Hank Pym (Michael Douglas), un personaje de gran peso en el universo Marvel, que en esta adaptación tuvo un giro de tuerca.
Mientras en la historieta el Dr. Pym es un científico loco, un prototípico “maverick” americano que desarrolla la tecnología para metamorfosearse en Ant-Man, u Hombre Hormiga, en el film es el inventor y el CEO de un imperio tecnológico. Su invención de la partícula Pym permite a las personas adquirir el tamaño de hormigas y ahí echa el ojo Darren Cross (Corey Stoll), su socio, que vislumbra (una idea surgida en la última Jurassic World) la opción de usar el truco con fines militares. Cross usa la partícula Pym para convertirse en el villano Yellowjacket, y el inventor, para combatir a su ex socio, ofrece la partícula a Scott Lang, que se convierte en el Hombre Hormiga.
La habilidad de este superhéroe es simpática y estrambótica. En tamaño reducido, Lang conserva su fuerza, algo que le permite dirigir a un ejército de insectos. Pero vuelto a su tamaño real, el personaje aumenta su poder en directa proporción al aumento de masa. La película funciona especialmente bien en los combates a pequeña escala, como en una escena vertiginosa donde Ant-Man y Yellowjacket luchan en un tren de juguete (lo cual da a pensar cuánto del mérito corresponde a Edgar Wright, director de Scott Pilgrim vs. The World y el primero asignado a dirigir la franquicia). Evangeline Lilly (la Kate de Lost) como Hope, la hija de Pym, aporta un glamour que asienta todo lo positivo de la película.