Alta comedia.
Marvel, después de años de comodidad en la transposición de sus obras historietísticas, se encontró frente a una pared de sus propias configuraciones estéticas que le impedía acceder a otro nivel, porque en Los Vengadores: Era de Ultrón sus partes unidas ya no funcionaban en términos novedosos ni tampoco por una simple operación aditiva de sus superhéroes, ya archiconocidos y esperados por el público. Ant-Man: El Hombre Hormiga, la segunda apuesta de la temporada, viene a resetear el aparato del estudio para direccionarlo hacia la comedia, un género en el que se ha reposado en Guardianes de la Galaxia (probablemente la mejor película de Marvel) y en el perfil de su Mickey Mouse: Tony Stark/ Iron Man. Los artífices de esta empresa son los guionistas Adam McKay (El Reportero), Joe Cornish (Hot Fuzz), Edgar Wright (quien originalmente iba a ser el director) y Paul Rudd, el verdadero corazón de esta historia sobre un ladrón perdedor recién salido de la cárcel con un solo objetivo: reencontrarse con su pequeña hija. Lejos de encajar en el sistema su única salida es la de extender su curriculum delictivo.
Por el otro lado de la historia está el clásico científico marveliano, aquí el Dr. Pym en la piel de la mejor versión de Michael Douglas, que descubre una fórmula para empequeñecer a un humano al tamaño de una hormiga. Rápido de reflejos, decide esconder este secreto, ya que el fin -primero de S.H.I.E.L.D. como se ve en el prólogo y luego de su antiguamente protegido Dr. Cross (Corey Stoll)- sería estrictamente militar. Los caminos de Lang y del Dr. Pym se cruzan en pos de evitar que la fórmula caiga en manos equivocadas, allí se mezclan las citas a otros mundos de Marvel: Hydra, la mencionada agencia S.H.I.E.L.D. y hasta la aparición de un Vengador. El combustible de Ant-Man es un ritmo de comedia que avanza a velocidad de sit-com pero con una inventiva más sofisticada, sustanciada en el oficio de Paul Rudd en el género y en el elenco que lo cobija, especialmente la dupla de Michael Peña y David Dastmalchian. Sin embargo Evangeline Lilly -como la hija de Pym- no tiene nunca en toda la película su momento deslumbrante, así y todo logra brillar en las escenas del entrenamiento. Ant-Man es también una película de acción, que aprovecha el dispositivo visual del mundo engrandecido a partir de la conversión del protagonista a un tamaño casi imperceptible y de vuelta a su versión normal. La antítesis de esta transformación es aprovechada por una cámara que explota los anchos y los largos de esos mundos, que pueden ser alfombras, caños, piscinas y cualquier pequeño espacio reconvertido en un peligro para Scott Lang.
Marvel definitivamente salva su año cinematográfico gracias a la ejecución de una comedia casi pura salpicada por la acción más clásica, y también por la unión con otros mundos de este universo transpositivo. El molde prefabricado del camino del héroe pasa aquí por el tamiz de un género relegado, hoy en día más por prejuicio que por falta de exponentes e intérpretes. En esta particularidad Ant-Man se destaca y se ubica cómodamente en el plano de la autoconsciencia más libre y de una distancia considerable del “deber ser” del cine de superhéroes más conservador y lavado, rasgo evidenciado en Los Vengadores: Era de Ultrón y en Thor: Un Mundo Oscuro, no por nada las dos películas más fallidas del estudio.