El universo expandido de Marvel sigue creciendo. La más reciente adición es Scott Lang, un ladrón que conoce una segunda oportunidad que le brinda Hank Pym en la búsqueda de detener el avance de Hydra por hacerse con un traje que ha recreado la partícula Pym, una sustancia que le permite a la materia orgánica cambiar de tamaño. En el proceso, Lang deberá encontrarse así mismo y conocer la oportunidad de ser un héroe para su hija.
En cuanto a historias de origen, parece que ya nos han contado todas: persona que hizo algo malo busca la oportunidad de redimirse. Y cuando se encuentra en una situación difícil, sus seres queridos lo salvan del peligro aprendiendo a convertirse en héroe. Lo que lo hace diferente en este caso, es el toque de comedia, provocado por esa imposibilidad de ver lo pequeño y que cae en muchas situaciones fuera de lugar, por el carisma del mismo Paul Rudd (Lang) y por supuesto, la presencia del compañero que, sin super poderes, es quien aporta el otro toque de gracia.
Y si, justo al igual que Guardianes de la Galaxia, Ant Man encuentra su sello particular en esa comedia (quizá por momentos un poco pesada) y en la capacidad de su protagonista de creer lo que está haciendo y tratar de que encogerse y salvar el día parezca lo más natural del mundo. Honestamente, después de La era de Ultrón, necesitamos un recordatorio de que Marvel sí es capaz de hacer las cosas bien. Quién sabe qué hubiera pasado si la versión de Edgar Wright hubiera llegado al cine, pero para los que conocemos los trabajos previos de este director (Scott Pilgrim, Shaun Of The Dead y hasta Hot Fuzz) reconocerán su sello en muchas de las secuencias, especialmente en las más comiqueras.
A pesar de todos los problemas que atravesó su producción, Ant-Man cierra la fase dos de una manera muy digna, con una historia ligeramente diferente a la de los cómics originales pero dejando la puerta abierta a muchas cosas mas, y sobre todo, dando la bienvenida a la fase 3 con la segunda escena final.