Es la primera vez que el hombre invisible es un acosador implacable que quiere controlar y dominar a su esposa. Y cuando ella huye, hará todo lo posible para tenerla bajo su dominio absolutista aun haciéndola pasar por asesina y loca. Un depredador insaciable, millonario, inventor de una invisibilidad muy ingeniosa, lejanamente inspirada en H. G. Wells. Es que el director y guionista Leigh Whannell (escribió “El juego del miedo” y “La noche del demonio”) transforma la historia en un film de impecable suspenso y también terror. Y aunque copia algunas escenas innecesarias muy vistas, en general construye con el talento de Elizabeth Moss climas muy bien logrados, con picos de tensión, horror y sangre. Sabedor del género, retacea efectos y busca con inteligencia meternos en la cabeza de la protagonista, una mujer empoderada de acuerdo con los tiempos que vivimos. Desde el comienzo en una casa fabulosa junto al mar, cuando vemos, sin comprender demasiado, el meticuloso plan de la víctima, la película atrapa al espectador y no lo soltara jamás a los largo de sus 124 minutos de duración. Un verdadero logro del género que suele tener pasos en falso y muchas vueltas de tuerca. Aquí el interés por lo que ocurre transforma a esta producción en un entretenimiento que gustará al público.