El poder de lo invisible
Una nueva versión de la novela de H. G. Wells de 1897 llegó a los cines. Tras varias adaptaciones y secuelas desde la primera en 1933, esta vez fue Leigh Whannell (Upgrade) quien se puso detrás de cámaras para realizar una moderna y actualizada película sobre el mítico personaje de Universal.
Cecilia (Elisabeth Moss) intenta recuperar su vida luego del fallecimiento de su maltratador ex-novio, pero nada es tan fácil. El problema se agudiza cuando ella tiene la certeza de que, en vez de morir, su ex se hizo invisible y no deja de acosarla, pero nadie le cree. La premisa, de por sí, está más estrechamente vinculada a la realidad social que sufren las mujeres y su visibilización hoy en día que el resto de las versiones anteriores de El hombre invisible.
Nadie mejor que Elisabeth Moss (Mad Men, The Handmaid’s Tale) para interpretar el personaje de una atormentada mujer que quiere dejar el pasado atrás. La cinta entera se deposita sobre sus hombros y no le pesa nada. Quizá sin su actuación no podría haberse alcanzado generar esa desesperación, ese miedo a lo que parece imposible, el terror con algo que no se puede ver.
Otro de los factores que, sin dudas, colaboraron con la credibilidad de la cinta fue todo el aspecto técnico. Desde los efectos visuales -sin resultar ordinarios ni falsos- hasta el manejo de la cámara. Este último punto fue vital para colocar a la audiencia en una relación de complicidad con el hombre invisible, con una utilización de los espacios rigurosamente genial, que generaba una tensión y, a su vez, atención en el espectador para no despegarse de la pantalla. Los detalles en lo visual tuvieron mucho más impacto que cualquier otro recurso de la película.
El guión, dentro de lo esperado, correcto. En más de una ocasión pudo haberse despegado hacia algo más efectista pero no sucedió en ningún momento. Quizás hubo algún giro de más, pero es innegable que varios de ellos le sumaron impredecibilidad a la cinta, sin resultar extraños ni sinsentido. Y, por sobre todo, las dos horas de metraje no se hacen en ningún momento largas.
El hombre invisible es un remake satisfactorio que se apoya en el excelente trabajo de Elisabeth Moss y una factura técnica bien aprovechada. Mucha tensión e intriga desde el principio hasta su catártico final. Una valiosa apuesta para disfrutar en cine.
Puntuación: 7/10
Manuel Otero