Dos potencias se juntan. Por un lado H.G Wells, autor, además de El hombre invisible, de muchos clásicos de la ciencia ficción como La guerra de los mundos y La máquina del tiempo. Por otro lado Leigh Whannell, guionista de Saw, Insidious y ahora director con tres películas que demuestran que está creciendo tanto cinematográficamente como industrialmente. En realidad no se trata de un peso pesado pero si alguien que ama al género, trata de hacer lo mejor que puede y es honesto, y eso hoy en día en el cine es más que valorable.
Pero ojo aunque esta nueva adaptación del clásico de Wells lo muestra creciendo a un así le falta mucho para entregar una obra maestra como se está diciendo en muchos medios. Se trata de una película satisfactoria en sus mejores momentos pero que tiene unas taras que espero no se conviertan en una constante en su cine.
Lo bueno es que aprendió de su amigo James Wan (con quien trabajo en la primera Saw y las dos primeras Insidious) y durante la primera mitad de la película logra escenas que generan tensión. La mezcla entre saber que hay alguien viendo al personaje principal sumado a la frustración de saber que nadie puede ayudarla esta mas que logrado. Para lograr esto Whannell utiliza las ventanas como ojos que ven constantemente a los protagonistas. En esa primera parte la película se acerca más a Actividad paranormal o a la primera Insidious y muestra a un director que perfecciono su arte.
Que la historia transcurra en una casa en un barrio de lo más normal hace que la historia se sienta verosímil e incluso coquetee con la original Halloween que, no está mal recordar, trataba de un hombre que acechaba niñeras. Es por eso que la elección de Elizabeth Moos termina siendo un acierto, a pesar de por momentos su actuación se vuelve exagerada y de que no cambia su tono. Se trata de alguien normal en una situación de violencia de género y eso genera que se empatice con ella. El resto de los actores acompañan para servir de soporte a la historia escrita por Whannell y nada más.
Pero pareciera que no puede con su ingenio y es ahí cuando empieza los problemas. De pasar a un tono chiquito, que se contenta con poco y con un estilo visual marcado, se pasa a otro cercano al de acción y ciencia ficción que, si bien tiene sentido dentro de la trama, no pega con la estética que venía manejando el director de fotografía Stefan Duscio
Todas las anteriores adaptaciones de El hombre invisible eran hijas de su época. Algunos casos como The invisible agent (1942), Memoirs of an invisible man (1992) o Hollow man (2000) respondían a esto. Esta nueva adaptación no es la excepción y eso le juega tanto a favor como en contra. Por un lado remite al cine de acoso muy en boga en los setenta, como demostraban sus anteriores trabajos. Pero el director quiere ir más alla y en ese afán termina lastimando a sus personajes y metiéndose en arenas peligrosas. Es como si el discurso actual fuera más importante que el cine y al caer en eso genera que los personajes se conviertan en algo que no son. Al final El hombre invisible termina demostrando que es una historia puritana y reaccionaria, y eso es una verdadera lá stima.Calificación: 70/100