Un lobizón con atractivos limitados
Benicio del Toro protagoniza esta remake, mezcla rara de clasicismo y sustos digitales.
Uno imagina que la idea original de Joe Johnston -o del que originó el proyecto de hacer una nueva remake de El hombre lobo- fue noble. Después de tantas vueltas con el personaje, ¿por qué no retomar la trama de la película original de 1941 y tratar de serle lo más fiel posible? En algún punto, sin embargo, ese respeto se perdió, o le quitaron al director la opción de mantenerlo (la película viene retrasando su estreno y sufriendo modificaciones desde hace más de un año), por lo que el filme que hoy termina estrenándose es una mezcla rara y poco apetitosa de clasicismo y sustos digitales. Y eso, en vez de sumar, resta.
Uno supone que Johnston habrá entregado una película respetuosa, oscura y algo mórbida sobre el mito del hombre que, en noches de luna llena, se convierte en lobo y no puede controlar sus impulsos rabiosos y su furia vengativa, y que el asunto fue luego tomado por otras manos, desarmado y reconvertido en algo que ni es respetuoso con el original pero que tampoco alcanza a colocarse en el lugar de reinvención a la manera, digamos, de la reciente Sherlock Holmes.
Y todo esto sin hablar de Benicio Del Toro, que habrá sido elegido para el rol por una cuestión de look, pero que no encaja de ninguna manera ni en el personaje ni en el estilo del filme, dando una de las más flojas actuaciones de su carrera.
En El hombre lobo, Lawrence Talbot (Del Toro) es un actor que regresa al caserón familiar inglés desde los Estados Unidos al enterarse de que su hermano fue asesinado en circunstancias extrañas y violentas. Allí se reencuentra con su Sir John Talbot, su padre (Anthony Hopkins), un hombre peculiar que vive la mayor parte del tiempo encerrado en un enorme castillo solo con su asistente de origen hindú. Y también con Gwen (Emily Blunt, de La joven Victoria), la mujer de su hijo, ahora viuda.
Ese triángulo tiene elementos oscuros y la aparición de otra luna llena y un mordisco oportuno dejan a Lawrence experimentando extrañas sensaciones. ¿Se habrá vuelto también él un hombre lobo? ¿Y quién fue el que lo mordió? La/s bestia/s estarán libres (en más de un sentido) y la aparición de un investigador (Hugo Weaving) complicará aun más las cosas para Lawrence, que ha empezado a sentir algo por Gwen, aún sabiendo que lo que le pasa por las noches de luna llena es un poco peligroso.
La película ofrece atractivos bastante limitados, apenas una espectacular escena de escape por las calles y techos de Londres, en medio de efectos, maquillajes y vestuario que bordean el ridículo y que no lograrán revivir a los hombres lobo ni ponerlos de moda como a los vampiros. Por más que en Crepúsculo haya de ambas "razas" y aunque Del Toro cumpla el rol de galancete para las damas demasiado grandes para entusiasmarse con los adolescentes de la saga de Stephenie Meyers, difícil que este Hombre Lobo salga de Londres.