Film mucho más interesante de lo que algunos creen.
Queridos monstruos
Parece que a muchos críticos no les alcanza con la cantidad de malas películas que existen, que son muchas. Deben tener mucho tiempo libre, entonces gastan energía en apalear filmes que no merecen tanto ardor negativo.
Porque la verdad es que la historia de El hombre lobo funciona. Más que nada porque se plantea como una especie de tragedia shakespereana (lograda definición aportada por el señor Roberto Javier Eduardo Luzi) en la que el destino va marcando relaciones familiares marcadas por la opresión, represión y la repetición de determinados parámetros. El padre marca a sus hijos de por vida, el enfrentamiento masculino, paterno-filial, es sostenido y llevado al límite. Claramente está emparentado con otros filmes como el Hulk de Ang Lee o el Blade II de Guillermo del Toro, donde lo trágico también es expresado a través del círculo familiar, con figuras paternas dominantes y destructivas.
Joe Johnston, quien ya tiene unos cuantos buenos antecedentes con Jumanji y Cielo de Octubre, dos filmes centrados en hijos que forman su identidad a partir del enfrentamiento con la autoridad paterna –aunque el proceso de aprendizaje los lleva a una reconciliación con los padres a los que cuestionan-, concreta con El hombre lobo su obra más oscura. Aquí no hay reconciliación y el amor hacia la mujer posee una función paradójica: delata el conflicto pero ofrece una posibilidad de redención.
Para que esto se desarrolle armónicamente, Johnston cuenta con un elenco compuesto por actores de carácter como Benicio del Toro, Anthony Hopkins y Hugo Weaving, más el aporte de Emily Blunt, quien con su rostro se consolida dentro del relato no tanto como una mujer-objeto sino más bien como una mujer-sujeto. Sumado a esto, tenemos sangre a borbotones, tripas a más no poder y efectos especiales que se alejan de lo digital para ir hacia lo corpóreo, casi como un retorno a la estética de los ochenta.
El hombre lobo tiene unos cuantos problemas de montaje, de ritmo, de fluidez narrativa. Por momentos, su tono cuasi operístico le juega en contra. Pero aún así cuenta con varios méritos, nada despreciables. Y es necesario detenerse a pensar aunque sea unos minutos antes de tirar munición gruesa.