Esta producción dirigida por Joe Johnston, no es más que otro remake hollywoodense del clásico de terror del mismo nombre que se estrenara en 1941. Aquella primera obra protagonizada por Claude Rains y Lon Chaney gozó de una enorme aceptación y éxito, cosas que a esta última versión parecen no ocurrirles (al menos no del modo que sus productores esperaban).
“El hombre lobo” que cuenta con actores exquisitos, como Benicio Del Toro, Anthony Hopkins, Emily Blunt y Hugo Weaving, se adentra básicamente en los orígenes del mito a cerca de los licántropos.
Lawrence Talbot, un actor consagrado pero melancólico, decide regresar al seno familiar tras la misteriosa muerte de su hermano. Junto a su padre, se dispone a investigar lo ocurrido sin sospechar que en el transcurso de dicha investigación no sólo descubrirá el amor en la prometida de su hermano, sino también una terrible maldición de la cual no podrá evitar formar parte.
Siendo claros y directos, lo mejor de esta película son Benicio Del Toro y los efectos especiales y visuales. La historia ya sabemos que es genial, pero la película de Johnston se queda un poco a medias tintas. Sin Benicio perdería muchos de los buenos momentos que pese a su tibieza sabe alcanzar. Y de los efectos ¿Qué decir? Excelentes, materializan con sobrada destreza la tan mentada transformación de un hombre en lobo a la que morbosamente queremos asistir.
Estamos en época victoriana y la agitación y la transformación fueron unas de sus más reconocidas características. Esperábamos algo de ello en el espíritu de los personajes secundarios; si no estaba en el guión al menos que apareciera en el trabajo de los actores. Pero nos quedamos con las ganas, y no hay que buscar culpas en ellos, sino mejor el propio Johnston. Por ejemplo, Anthony Hopkins aparece absolutamente desaprovechado y como muy bien me hicieran notar algunos de mis colegas, su personaje en “El hombre lobo” es una mezcla de interpretaciones anteriores, que van de “Leyendas de pasión” (1995) a “La máscara del zorro” (1998) o de “Misión imposible 2” (2000) a “Hannibal” (2001) por citar sólo algunos trabajos.
Para no ser injustos, hay otro punto muy a favor que tiene la película que es la banda de sonido, más precisamente el aullido de la criatura en cuestión. Está muy bien logrado y, por lo espeluznante, se torna sin lugar a dudas en la marca sonora distintiva del film. El realizador contó en una entrevista que fue Howell Gibbens, uno de sus diseñadores de sonido, quien tuvo la idea de sacar ese aullido grabando a un cantante de ópera.
En el resto de la producción hay poco más para destacar. Con una estética similar a la de “El jinete sin cabeza” (1999), locaciones, decorados, vestuario, maquillaje, planos y montaje aparecen precisos para relatarnos una historia harto conocida de forma entretenida. Por mi parte lo consiguieron, pero no me arriesgaría a decir que lo harán en todo aquel que vea la película.