El hombre que miraba de lejos
A veces resulta difícil leer una obra póstuma con objetividad. La muerte nos ha desamparado del artista y queremos encontrar un motivo o mensaje de consuelo entre líneas. La verdad es que El hombre más buscado (A Most Wanted Man) no provee tal catarsis para la vida y carrera de Philip Seymour Hoffman, ni empieza a llenar el inconmensurable vacío que ha dejado la muerte del histrión. Pero Hoffman era más que genial: era consistentemente genial. Cualquiera que fuera su última película serviría de testamento a sus talentos actorales, ya que se apropiaba de cada uno de sus personajes con una intensidad indeleble. Jamás admitió excepciones.
Hoffman interpreta a Günther Bachmann, líder de una agencia antiterrorista asentada en Hamburgo cuyo trabajo es mantener un ojo avizor en la comunidad musulmana con una buena dosis de paranoia desde los ataques del 11 de septiembre (originados ostensiblemente en la ciudad alemana). Una noche emerge de las aguas un hombre checheno y comienza a merodear por la ciudad sin un objetivo evidente, lo cual alerta de a poco a la CIA y su contrapartida alemana. Todos quieren darle caza inmediatamente. Bachmann disiente. Quiere seguirlo, entender qué busca, darle asilo o incluso ayudarlo quizás.
La historia contrapone pues las conductas humanas del conservadurismo reaccionario y la pragmática progresista. El equipo de Bachmann debe trabajar a contrarreloj para descifrar y de ser posible utilizar al epónimo hombre más buscado, mientras que las demás agencias ejercen presión para actuar tan rauda y violentamente como se permita. Bachmann se acredita una poderosa aliada de la CIA, Martha Sullivan (Robin Wright en otro papel antipático), pero dispone de unos pocos días para llevar a cabo su plan.
Mientras tanto atendemos los sospechosos merodeos del hombre checheno, Issa Karpov (Grigoriy Dobrygin), cuya búsqueda lo lleva a los aposentos del banquero Tommy Brue (Willem Dafoe) y al amparo legal de una lozana abogada llamada Annabel Richter (Rachel McAdams). Describir exactamente qué acontece entre los tres sería anticiparse a la trama. Basta decir que Bachmann y su equipo entran en las vidas de Brue y Richter y comienzan a manipularles a efectos de tender su trampa.
El hombre más buscado es un thriller de espionaje en el sentido más puro del género. Un buen referente es El topo (Tinker Taylor Soldier Spy, 2011). Ambas películas adaptan novelas homónimas de John le Carré, “el Ian Fleming realista”. La tensión en sus historias no proviene de la acción o la violencia, sino del manejo de información. Y ambas están excelentemente dirigidas e interpretadas, aunque si el objetivo de El topo era perder al espectador en la maquinaria espía, el de El hombre más buscado es recalcar hasta el más mínimo detalle y mantener a todas sus piezas a la vista. El desarrollo de los sucesos es infinitamente más fácil de seguir.
Lo que le falta a la película es un poco más de contacto con sus personajes. Bachmann es el protagonista por una cuestión focal, pero ésta es la historia de un sistema, no de una persona. El problema del elemento humano recurre desde El topo. Hoffman dota a un personaje relativamente chato de una presencia atrapante, pero el guión sólo le otorga cierta intimidad. Dafoe es otro actor que siempre resulta interesante haga lo que haga, pero su papel es menor y se pierde en el esquema de la película. Y hay atisbos de un romance entre los personajes de Dobrygin y McAdams, pero resultan más circunstanciales que otra cosa.
El hombre más buscado hace gala de una rígida dirección de la mano de Anton Corbijn y un excelente elenco encabezado por uno de los mejores actores de nuestros tiempos. Su presencia nomás eleva a un thriller de la mediocridad al reino de todo lo que es bueno. La historia no adolece por falta de peripecias, pero se vuelve densa de a trechos en los que el conflicto central se distiende y todo parece marchar demasiado en orden. El final, no obstante, probablemente redima la película para muchos.