El espionaje revive en una obra madura y el trabajo del inolvidable Seymour Hoffman
En toda buena trama de espionaje hay factores fundamentales sobre los cuales se apoya la tensión: el objetivo en cuestión (una bomba, amenazas nucleares de países con poder atómico, contraespías o desertores, etc); los distintos interesados en el mismo; ergo quien maneja la información, quien tiene y/o quiere el poder. Hay otros factores que ayudan a construir la atmósfera, como la situación de los países involucrados, la coyuntura política, etc. En este sentido hoy día puede que sea más difícil. En la época de la Guerra Fría, a la cual James Bond debe su existencia, era más fácil. Desde la década del ’50 y hasta principios de la década del ‘90 los rusos y los chinos eran los malos, mientras que los yanquis con Inglaterra, su madre patria, a la cabeza, eran los buenos. Punto. Así venía el folleto. En cualquier momento alguien apretaba el botón y ¡chau mundo!
Luego de la caída del Muro de Berlín el cine de espionaje debía reinventarse, o morir, situando historias previas a Bush Sr. En el siglo XXI al enemigo hay que inventarlo instalando antes el temor latente basado en la era post Bin Laden, o sea que todavía no se terminó. Siempre hay rencores contra el sistema capitalista, así que a guardar bien las fronteras sino queremos terminar hablando en mandarín o en árabe. Así lo entendió John Le Carré, quien sigue escribiendo muy bien.
En “El hombre más buscado” Günther Bachmann (Phillip Seymour Hoffman) es un agente de la inteligencia alemana que anda tras la pista de Issa Karpov (Grigoriy Dobrygin), un joven checheno e islámico recién llegado a Hamburgo en forma y actitud sospechosa e ilegal. También, a través de un contacto, sigue de cerca a Abdullah (Homayoun Ershadi), un filántropo muy influyente sospechado de financiar empresas de Al Qaeda. Claro, en la plena era post Torres Gemelas, con la paranoia imperante por la que frente a cualquiera con barba está de por sí potenciada. La presencia de Issa con intención de hacer contacto con un banquero llamado Brue (Wilem Dafoe) también despierta el interés del servicio de inteligencia de USA (cuando no) que, por supuesto, quiere accionar ya de la mano supervisora de Martha Sullivan (Robin Wright). El otro vértice de este triángulo lo compone una abogada (Rachel McAdams), algo ingenua e idealista, que toma a Issa bajo su ala para poder contactar al dueño del banco.
El director Anton Corbijn, el mismo de “El ocaso de un asesino” (2010) ha logrado con creces tener la historia muy clara en la cabeza como para mantener la información rebotando entre las partes involucradas con la dosis justa de tiempo y sin perder nunca el punto de vista, aunque por momentos lo desvíe. Por ende, la tensión no cede nunca y el interés se mantiene.
Salvo por algunos detalles la adaptación de la novela por parte de Andrew Bovell es fiel a la historia, pero además a la esencia que el libro intenta rescatar como para darle al género una chance nueva. “El hombre más buscado” es un muy buen exponente de este tipo de cine
Ya no veremos nuevas máscaras de Phillip Seymour Hoffman y sin embargo uno vuelve a ver sus personajes y descubre pequeños detalles que resignifican la técnica de actuar en el cine. Su Günther Bachmann respira resignado. Se toma pausas. Putea con ira y queda con cierto dejo de asma en su jadeo. Hace una pregunta, para luego repetirla más rápido. Sonríe sólo una vez en toda la película. Una. El espectador entiende ese contraste contra noventa minutos de un gesto sumido en la decepción general casi deprimido. Esa sonrisa lo confirma. Estas y otras tantas más son decisiones de un actor de estirpe fenomenal nacido para componer personajes. Destellos de un talento único que inexorablemente llevan a la pregunta fatal: ¿Cómo puede ser que éste gran actor ya no esté vivo?..