John Le Carré es uno de los mejores escritores británicos y probablemente el único en lograr gran literatura con el espionaje como marca. Sus novelas, a través de tramas tensas, permiten reflejar mundos complejos donde el interés de los individuos y los estados colisionan constantemente. Ese espíritu se rescata en esta adaptación firmada por Anton Corbijn, donde un hombre que ha sufrido la tortura llega a la comunidad islámica de Hamburgo reclamando una herencia y cae en la mira de la paranoia antiterrorista. La duda y las medias verdades son la constante del relato, que tiene como núcleo la actuación contenida del fallecido Phillip Seymour Hoffman. Si la película no logra romper los límites de la “adaptación correcta”, es porque por un lado intenta permanecer fiel a la letra, y por otro, en ocasiones pone demasiado el acento en la mecánica del género (como contraejemplo, la gran adaptación de “El topo” por parte de Tomas Alfredson sirve de contraste). Aún así, la paranoia universal está bien retratada y la pintura de los personajes permite comprender el humanismo de Le Carré, aún cuando algunas vueltas del relato se presenten un poco confusas. No es el mejor trabajo de Hoffman, por cierto, pero de todos modos es un placer verlo en pantalla: un actor cuya inteligencia seguirá extrañándose.