Conocimos el cine que propone Paolo Zucca, unos años atrás cuando nos llegó a salas comerciales, un film suyo prometedor, "El árbitro" (2013). En aquella oportunidad, utilizó el histrionismo del gran comediante Stefano Accorsi como bandera, para mostrar cómo la vida en los pequeños pueblos de Italia, tienen una pintoresca lógica particular.
Esta idea regresa, con otro envase (mucho más político, por así decirlo), con "L'uomo che comprò la luna". Zucca intenta explorar la vida en los pueblos del interior del país y elige sumergirse en la idiosincracia de una determinada región, con la intensión de mostrar contrastes, ópticas, ideas. El lugar, Cerdeña. La historia es bastante simplona.
Tanto, que me costó ubicarla en algún tipo de contexto. Digamos, que hay que dejarse llevar (en su anterior trabajo, todo era menos simbólico y más visible) por la trama, sin buscarle demasiado sentido. Los servicios de inteligencia (bue, digamos) tienen la data de alguien compró la luna. Y saben que hoy en día no hay que dejarse madrugar con los negocios. No amigos!
Hay un sardo que se declara dueño de la luna. Peligro. Danger. ¿Qué pueden hacer los agentes del recontraespionaje (Maxwell Smart dixit)? Pues buscar al hombre en cuestión en su propio terruño. Y para eso hay que prepararlo para que pueda llevar adelante su misión, con todo lo que ello signifca. Es entonces cuando aparece Kevin, (Jacopo Cullin) un soldado impresentable, y se lo empieza a adiestrar para que parezca un sardo de verdad.
De ahí que arranca cómodamente un relato de humor regional, donde se hace hincapié en la postura, los gestos, las costumbres y los modismos que debe tener un buen habitante de Cerdeña.
Una vez que el protagonista está listo para su desafío, deberá ir al terreno y tratar de encontrar a Badore (Benito Urgu), para verificar qué sucedió con la compra de la luna. Lo que vendrá luego (ah, el amor), mejor no anticiparlo. Zucca trabaja en espacios reducidos con habilidad. Elige perfiles interesantes, y monta una historia sencilla. No se precibe un guión con gancho.
No, y creo que no todos las comedias que giran sobre lo cultural, tienen el mismo impacto en función de lo que presentan. Acá todo es muy austero. Ingenioso, si. Pero no un festival de originalidad. Lejos de eso estamos. Debo reconocerle al director italiano, su habilidad para contar historias simples.
Creo, sin embargo, que en esta oportunidad, el guión no logró traccionar una comedia divertida. Apenas, una colorida postal de los sardos, muestra cabal de la riqueza de su cultura para quienes no estamos en tema.