Un buddy flick como cualquier otro. Las actuaciones, una joya.
Muchas de las películas más inspiracionales que hay son biopics. La vida de personas de carne y hueso, llevadas a la pantalla, no siempre son un registro cronológicamente perfecto, sino que pueden llegar a ser exageraciones de un período particular en la vida de una celebridad (por ejemplo Miles Ahead, 2016). Combinar una historia real con un género de cine ya conocido o con el estilo de determinado director (como el de Scorsese en The Wolf of Wall Street, 2013) puede resultar en una película que no parece biográfica. Es entonces que la realidad lo choca a uno en la cara: estas vidas, fantásticas, peligrosas o trágicas, fueron vividas por alguien que existe. El poder de la realidad a veces es muy grande.
El comienzo de la vida de Srinivasa Ramanujan (Dev Patel) no fue fácil. La pobreza en la que estaba sumido junto a su familia era enorme, pero su mente albergaba algo muy importante. Su genialidad en el campo de la matemática lo llevó desde lo más bajo a colaborar con G.H. Hardy (Jeremy Irons) en la Universidad de Cambridge. La adaptación al nuevo país le resulta dura, sobre todo por su condición de inmigrante, pero su pasión y talento por la matemática le ayudará a encontrar su lugar.
The Man Who Knew Infinity está basada en el libro de Robert Kanigel, que tiene el mismo título. El talento casi nato de Srinivasa Ramanujan asombró y asombra a muchos: a los 11 años ya estaba al nivel de un estudiante universitario de matemática y redescubrió teoremas complicadísimos sin ayuda. En esta biopic es Dev Patel (Slumdog Millionaire, 2008) quien lo representa, de manera simpática y bien lograda. Los breves momentos cómicos no faltan, y dan a una historia con la que no cualquiera puede identificarse, un lado más afable. Las explicaciones específicas probablemente superen el conocimiento matemático de muchos de los espectadores, pero solo son accesorios. Su gran colaborador y amigo G.H. Hardy es interpretado por Jeremy Irons (Reversal of Fortune, 1990), que con la calidad que promete el ganador de un Oscar, no decepciona. La dirección y el guión estuvieron a cargo de Matthew Brown: esta película es su segundo trabajo, después de Ropewalk (2000).
A pesar de que el film está basado en la vida de un personaje real, el intento de venderla como un buddy flick (películas en las que se sigue la amistad de dos personas, casi siempre hombres) funciona bastante bien. La biografía de Srinivasa Ramanujan es sumamente interesante, pero muy nerd. Sólo con la fuerza de su historia sería difícil atraer al público no especializado a las salas.