El director tailandés de nombre impronunciable arremete con un filme sacado de un mundo por momentos tan distante del occidental que dejará a más de uno con mil preguntas sin forma de responder.
“El Hombre que Podía Recordar sus Vidas Pasadas (Tío Boonmee)” es una historia noble, sencilla, onírica y fantasiosa que por momentos uno pierde noción de cómo fueron las cosas y qué va a suceder después. Sin dudas, Apichatpong Weerasethakul es un director con una mirada muy especial, donde sus obras son contemplativas, sensibles como así también bellas y emotivas.
Boonmee aguarda el final de su vida en la jungla tailandesa cuando en compañía de sus seres queridos es sorprendido por el fantasma de su mujer muerta y una inquietante criatura que es su hijo desaparecido. Con una naturalidad excepcional, él y los suyos toman este acontecimiento de la manera más sana. Y todos juntos atravesarán la jungla para llegar a una cueva en la cima de una colina, el lugar de nacimiento de su primera vida.
En este mix de reencuentro y despedida, se nota la calidad del filme donde existe todo el tiempo un clima especial y donde la muerte no es un miedo, si no todo lo contrario. Es una obra excelsa, sublime y maravillosa, de un hipnotismo que uno no deja de pensar en sus escenas hasta mucho tiempo después dejar la sala del cine.
Vale aclarar que la obra de Weerasethakul es muy personal, y que a pesar de ser un cine no clásico, asombró al jurado de Cannes el año pasado (presidido por Tim Burton) llevándose el premio más importante: Palma de Oro. Un filme tan vanguardista merece ser visto y respetado. Como toda obra de arte puede tener adeptos como enemigos, así que quienes acepten ir a verla vayan con la cabeza bien abierta , no lo van a lamentar.