El universo de Detrás de los anteojos blancos es el que la directora italiana Lina Wertmüller supo construir a lo largo de su vida. Y Valerio Ruiz supo perfectamente dar forma en este documental que retrata vivamente la historia de quién hizo huella en todas las artes en las que intervino. Pues Lina, no fue una artista focalizada en único un arte, tomó todos aquellos en los que consideró que tenía talento y les dio su impronta (Teatro, cine, música, pintura). Una marca ineludible de un mix de grotesco con popular, una mirada combativa frente a los canones del cine y una excelsa capacidad de innovar, de no dejarse amedrentar en una industria – principalmente de la cinematográfica – donde el género femenino nunca ha tenido un gran espacio. Lina Wertmüller es más recordada por ser la primer mujer directora en tener una nominación al Oscar por su película del año 75: Pasqualino Settebellezze, pero su filmografía es mucho más que esta obra, es un paso constantemente atrevido en la historia del cine italiano. Desde su primer film I basilischi de 1963, hasta Francesca – su última película – de 2001. Y si bien, hay toda una gran generación que casi no sabe de ella, hay mucho por conocer y este acercamiento a toda su trabajo puede ser un lindo camino para redescubrirla. Ruiz trae a Lina a los lugares donde creció profesionalmente: desde CinemaCittá donde cuenta humildemente cómo llegó a ser la asistente de dirección de Federico Fellini en, nada más ni nada menos, que 8 y 1/2, pasando por Potenza donde filmó su primer film hasta la invita a navegar por el mar Mediterráneo para recordar el rodaje de Travolti da un insolito destino nell’azzurro mare d’agosto de 1974. En todo este mega recorrido meta cinematográfico podemos escuchar el testimonio de su actor fetiche Giancarlo Giannini, a Martin Scorsese, Harvey Keitel – trabajó con ella en Comorra – y/o Sophia Loren, quién también participó en varios de sus films. El documental no aspira ser pretencioso, solo quiere ser llevado a buen puerto y dejar una linda impresión de quién es Lina Wertmüller. La importancia que tiene dentro de la historia del cine – principalmente del italiano – hacen que el director busque la manera de dejarla a la misma altura de Fellini, Rossellini, Scola, Antonioni, Passolini, De Sica y Visconti. Lo mejor de todo es que el gran peso de la narración se lo lleva su propia protagonista que tiene un gran atractivo por su personalidad encantadora, vigorosa y enérgica que generan así una empatía extrema imposible de evitar.
Presente en la competencia argentina de la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Como funcionan casi todas las cosas es una película que te atrapa rápidamente y que te permite en pocos minutos sumergirte en la historia de su protagonista. Celina (Verónica Gerez) es la joven protagonista de esta historia que trabaja en un peaje a punto de desaparecer, en un paisaje inhóspito de la provincia de San Juan. Su padre acaba de fallecer y su novio poco le importa. Su vida comienza a necesitar un cambio, un rumbo o un destino. Su madre la abandonó de chica para irse a vivir a Italia y ese puede ser un lindo punto de partida para que su sencilla existencia tome otro cauce. Será dentro de una estructura narrativa peculiar que la historia va adquiriendo forma en la medida que su protagonista toma el toro por las astas y decidí afrontar su futuro. La venta de una enciclopedia de igual nombre que la película será esa metáfora que la hará descubrir más respuestas a las preguntas que ese libro tiene en sí. Y de eso se trata Como funcionan casi todas las cosas, en una interesante manera de narrar lo que no existe en ningún lado, en ningún libro. Esa especie de incertidumbre que debe Celina o cada uno de nosotros como seres humanos enfrentar en esto que se denomina vida: construir desde el desconocimiento, desde la experiencia, equivocarse para aprender y desconocer para descubrir. Nada de lo que está escrito nos pertenece porque nuestra historia se escribe en la medida que la transitamos y eso, es justamente, lo que la protagonista irá descubriendo a lo largo del filme. Con un elenco que incluye nombres como Pilar Gamboa, Rafael Spregelburd, Marilú Marini, Miriam Odorico y Esteban Bigliardi. Sin dudas, el gran acierto – después de Gamboa – es Verónica Gerez que logra construir un personaje sereno, dócil y empático. Pero por sobre todo de una belleza cinematográfica poca veces vista, que se permite un primer plano, que nutre la pantalla y la armoniza. Su director Fernando Salem acaba de ganar el Astor de Plata a mejor director por esta película dentro del festival de Mar del Plata, lugar donde la proyectó por primera vez. Una obra con un guión interesante por fuera de lo convencional, que nos permite a los espectadores sumarnos, involucrarnos y repreguntarnos sobre qué tanto conocimiento tenemos sobre esas pequeñas cosas que nos da cada día la vida. Porque como dice Salem: “Desde que nacemos buscamos respuestas. Al principio nos las dan nuestros padres, después la religión, la escuela, la naturaleza, el horóscopo, el psicónalisis, la autoayuda. Hasta en las películas las buscamos. Pero no nos alcanzan y tenemos el impulso de buscar otras; nuestras propias respuestas. Porque en las enciclopedias que leímos no las encontramos. No están. Es la lucha de la lógica y la razón contra las cosas que nos pasan, el destino, el amor, la muerte, el azar y las cosas que no logramos entender. Hay cosas que no tienen explicación y no están mal. En definitiva todos cruzamos un desierto cargando pesadas enciclopedias incompletas”
La última película de Rakhshan Banietemad arranca casi como una película de su coetáneo Panahí, abriendo camino desde un transporte público como es el taxi a contarnos los problemas de su sociedad. Relatos Iraníes, Tales o Ghesseha (su título en español, inglés o iraní) es la muestra fiel de lo que sucede en Irán con las mujeres, sin importar clase social ni edad, y cómo éstas a pesar de todos los males sociales que las aquejan, siguen su lucha, siguen resistiendo. La prostitución, las drogas, las madres solteras, el abuso político, la burocracia y la violencia de género, son los tópicos del filme que se ven reflejados a partir de varias historias que se construyen con muy buenas actuaciones y un guión muy sólido. Uno de los mejores momentos del film es toda una escena realizada en un gran plano secuencia cámara en mano donde desde adentro de una combi los personajes van interactuando entre sí, contando sus situaciones personales y denunciando los grandes conflictos a sociales, políticos y económicos que vive la sociedad iraní. A pesar de la angustia y del drama que domina todo el filme, el amor siempre está latente. La última escena es una de las grandes declaraciones de amor cinematográficas que podremos ver en este 2015, un excelso trabajo de dirección para lograr con miradas, gestos y buenos encuadres una escena íntima y profundamente fuerte.La fotografía de Koohyar Kalari es otra de las claves del filme, ya que logra aprovechar muy bien las luces naturales de cada una de las locaciones y transformarlos para lograr mayor realismo. Banietemad es considerada la directora más reconocida de su país, además de ser la guionista de todas sus obras – por Relatos Iraníes ganó el premio a mejor guión en el Festival de Venecia de 2014 -. Lo cierto es que esta gran directora nos vuelve a traer una obra impactante sobre situaciones comunes en su país, como la violencia de género, la lucha de las mujeres solas o unidas en organizaciones en busca de una mejor calidad de vida para ellas y sus hijos, los celos, las consecuencias de las drogas y las marcas de una sociedad machista que no les a dado mejores opciones pero con resistencia han ido cambiando los paradigmas que las sometieron por siglos.
Primer escena: Un hospital y la voz de Felisa, una anciana que le habla a su marido Antonio sobre la posibilidad de que los manden a un hogar de ancianos. Ella le dice que no quiere, que esos lugares tienen una rutina que ella no desea acatar, que quiere quedarse en su casa para hacer que lo que quiera cuando ella lo quiera. Así arranca No todo es Vigilia, la nueva película de Hermes Paralluelo (Yatasto, 2011), donde de una manera extraordinaria nos retrata a sus abuelos: Felisa Lou y Antonio Paralluelo. Una dupla que funciona en conjunto, como bien dijo el año pasado su nieto director en el Festival de Cine Internacional de Cine de Mar del Plata donde el film participó en la competencia internacional. Es muy certera está declaración porque se refleja muy claramente en la película, cuando uno de los dos no está frente a cámara la ausencia se nota muchísimo, porque el profundo sentimiento de falta se imprime en el otro a fuego. Las escenas se desarrollan una a una con una dinámica acorde a sus personajes, no hay faltantes. El silencio y las miradas entre ellos, sus gritos, ruidos y diálogos dan complitud a este matrimonio mayor de un pueblito de España donde sus días transcurren con mucha tranquilidad y donde una carta puede ser un motivo suficiente para alterar la cotidianidad del propio hogar, esa rutina que los mantiene vivos, presentes. Ese sentimiento de alarma que viven nuestros mayores cuando saben que los tiempos de libertad están cada vez más acortados y donde siempre está latente un espacio al que no pueden llamar hogar y que puede ser el último de sus vidas. No todo es Vigilia podría ser el amor profeso de los años, de entenderse sin escuchar y de compartir ese vaso de leche, la cama fría, los recuerdos o la propia espera. En un trabajo fotográfico formidable, una ventana, una lampara o una hornalla podrán ser las luces que permiten a ese espacio en penumbras, resaltar la existencia de una luz que sigue estando presente, una luz que hace que Felisa y Antonio mantengan en la pasividad de su vida adulta, la certeza que siempre algo puede brillar, les puede dar calor y les puede avisar, que ha nacido otro día para ellos. no-todo-es-vigilia_paruello La magia del film reside en la capacidad de Paralluelo de invitarnos a conocer a sus abuelos, a dejarnos descubrir qué pasa en los mayores cuando las enfermedades abruman y cómo una simple rutina puede ser el motivo más que necesario para mantener la quietud y seguir disfrutando de la vida. De esas películas que quedan en la memoria, que nos acercan, nos construyen y nos permite darnos cuenta de lo hermoso que son nuestros mayores, no son solo historia y pasado, son un presente, gente que siente, sueña y construye con sus limitaciones mucho más de lo que uno se puede imaginar a esa edad. Ir a verla es ir a brindar por Felisa y Antonio, por su grandeza por aceptar el desafío del rodaje, por mostrar con naturalidad que ser mayor puede ser difícil pero que es un lindo camino a recorrer.
El apocalipsis va a suceder en la sala de cine, porque más de uno va a desaparecer antes de que termine la película El Apocalipsis es una película pobre, no hay nada en ella que nos deslumbre, genere intriga, miedo ni algún tipo de expectativa. Desde el momento que arranca ya sabemos cómo va a terminar, y no hay nada, absolutamente nada, que te invite a quedarte a verla. La historia de tinte temático religioso es adaptación del best-seller de Tim Lahaye y Jerry Jenkins, sobre algunos sucesos que pondrán a la humanidad a prueba sobre la fe cuando el apocalipsis llegue a la Tierra. Ray (Nicholas Cage) es un piloto de avión y marido infiel que decide tomar trabajo el día de su cumpleaños, viajando a Londres, a pesar de saber que su hija Chloe (Cassi Thomson) viene a visitarlo para festejar con él. Buck (Chad Michael Murray), un periodista de investigación y quien conocerá a Chole antes de embarcar, estará en ese avión cuando algunos pasajeros desaparecen misteriosamente dejando sus ropas y pertenencias en sus asientos. El Apocalipsis ha llegado; y los creyentes y los niños serán lo que han desaparecido o rescatados – depende de la lectura que hagamos-, mientras los demás deberán sobrevivir en el caos. Chad_-El-apocalipsis La película de Vic Armstrong no logra tomar altura, es pobre a nivel conceptual, la trama se pierde en las subtramas y lo que vemos son escenas de acción mediocres, y una falta absoluta de intención de parte del director de contar algo novedoso o aunque sea de explicarnos mejor lo que sucede. Pero no solo el guión es inconsistente y los efectos especiales malos, sino que las actuaciones no ayudan ni un poco. Cage está en declive hace un tiempo y al parecer, no está haciendo nada para revertirlo; quizás Lea Thompson (la mamá de Marty McFly en la década del 50 en Back to the Future) es quien con una corta participación hace una leve diferencia.
La biopic equivocada. Mario Moreno Cantinflas fue considerado el actor mejor actor pago del mundo luego de ser parte de “La Vuelta al Mundo en 80 días”, su primer película en el mercado americano y calificado por el propio Charles Chaplin como el mejor comediante del mundo. El director Sebastián del Amo nos trae su vida, en esta biopic de 102 minutos que nos cuenta los inicios del artista, su éxito en el mercado mexicano, su participación en el sindicato de actores hasta llegar a Hollywood mientras en paralelo nos habla de la lucha del productor newyorkino Michael Todd para producir la película “La Vuelta al Mundo en 80 días”. El trabajo del español Óscar Jaenada (Atraco) haciendo de Cantinflas es extraordinario, ha conseguido capturar la esencia del original con sus tonos de voz y con su apariencia, aunque es demasiado galán para interpretar a un Mario Moreno que definitivamente no se caracterizaba por tanta belleza. Pero quien si captura en la pantalla es Michael Imperioli (Los Sopranos, Goodfellas) que en su papel de Michael Todd, hace de Cantinflas un film mucho más entretenido e interesante. Cantinflas Es tan fuerte la segunda historia, que por momentos más que biopic de Cantinflas estamos viendo la historia de cómo el gran productor y ganador del Oscar, Michael Todd, logra conseguir a Mario Moreno en su film, cómo involucra a personalidades destacadas del mundo de Hollywood para llevar adelante su gran proyecto y cómo consigue obtener el éxito y hacer trascender a un actor latinoamericano al mundo. El film arranca muy bien, contando un poco sobre ese joven Moreno que después de probar como boxeador o barredor en una carpa, logra acceder a una prueba en un escenario. Desde ahí, todo lo que se narra sobre su vida no es llamativa, muchos sucesos que se mencionan quedan truncos en la pantalla y no hay una evolución de los personajes. Cantinflas_Michael-Todd En cambio, con Imperioli como Todd, nace otra película. Cada escena donde expone su proyecto y donde trata de convencer a los capitalistas es genuinamente de un atractivo superior. Quizás porque muestra un poco cómo se manejaba esa industria en esa época o quizás por cómo están pensados los diálogos, que en comparación a todo lo que se muestra sobre Cantinflas, hay una gran diferencia. El trabajo cinematográfico de Del Amo es bueno, pero parece que hizo dos películas en una y perdió el eje a la hora de definir qué contar sobre lo que se suponía relevante por más hilo conductor que exista. No deja de ser entretenida, pero a mí como biografía de Cantinflas me quedó corta.
La mirada de una niña de 9 años sobre su entorno. Sobre su familia, la vida, la muerte, el sexo y el amor. Una entrañable visión de quién detrás de la inocencia logra encontrar un nuevo significado en la vida. Pequeñas Diferencias es la adaptación de la directora francesa Carine Tardieu sobre el libro de Raphaële Moussafir (que también colabora en el guión): Du vent dans mes mollets, que cuenta la historia de una niña de 9 años de nombre Rachel Goldstein, quien vive sobreprotegida por sus padres (una oftalmóloga y un ex sobreviviente del holocausto) que en 1981 se encuentra con una patología muy particular: duerme con sus mochila puesta. Todo cambiará cuando en su vida llegué no sólo su terapeuta: la doctora Trebla – una enigmática Isabella Rossellini – sino Valérie, una compañera de colegio intrépida, divertida, irreverente y por sobre todo, encantadora. pequeñas diferencias - review La amistad que surge entre ambas será para Rachel la posibilidad de sumergirse en un mundo nuevo. En un mundo donde la posibilidad de salirse de los mandatos paternales solo por travesura (antes algo ni siquiera pensado), su visión del amor cambia cuando aparece el hermano mayor de Valérie, y del sexo cuando descubren a su maestra teniendo una aventura con su profesor de gimnasia. Todo lo que Rachel creía de su mundo va tomando otro color de la mano de su amiga, incluso ese mundo familiar estructurado va tomando forma a partir que la hermosa divorciada madre de Valérie aparece en escena generando otro conflicto entre sus padres. Su madre también como su hija viene a irrumpir en el seno de los Goldstein, viene a socavar los cimientos y a poner sobre la superficie aquello que por costumbre, habito o rutina prefieren no ver. Llena de metáforas, la película de Tardieu nos lleva por la historia de la protagonista siempre guiados bajo su mirada. Esa mirada que solo un niño puede tener y que permite revelarnos otros niveles de sobre temas trascendentales como el amor, la vida y por sobre todo la muerte. Esta última es clave para entender esa mirada que la directora y el propio autor de la novela han puesto sobre esa niña. Ella vive a la espera que su abuela (que duerme con ella en la misma habitación) se muera, espera que sus padres se mueran para poder tener la casa para ella sola y poder ordenar cuando le plazca y, espera la muerte de los demás como escape de ese mundo que la tiene atrapada. Quizás sea la muerte la vía de salida a esa realidad, quizás la muerte sea también la única manera de darse cuenta de qué significa la vida. pequeñas-diferencias Todo el cambio de la familia Goldstein se da durante todo el film y será su final el más claro y pre anunciado, pero no deja de ser realmente interesante verlo para poder disfrutar de la transformación que sufren los personajes durante su hora y media de duración. Las pequeñas Juliette Gombert (Rachel) y Anne Lemarchand (Valérie) hacen un gran papel, definitivamente logran una gran empatía y hacen una dupla cálida y divertida; el elenco adulto rodeado de excelentes actores como la actriz y directora Agnes Jaoqui (Colette, la mamá), Denis Podalydes (Denis, el papá), Isabelle Carre (Catherine, la mamá de Valérie), Judith Magre (La abuela) y Isabella Rossellini (Madame Trebla) acompañan y dan forma a este relato que pinta como una comedia dramática pero que termina siendo un drama a puras lágrimas. Si bien la película está muy correcta, lo más destacable es la fotografía de Antoine Monod (Le premier jour du reste de ta vie – 2008) y las actuaciones de todo el elenco. El uso excesivo de la metáfora para poder dar cuenta de quién es la persona que lleva el relato hacen que por momentos existan algunas muy buenas escenas y otras, que generen una gran saturación. Sin querer generar un spoiler, Pequeñas Diferencias sigue un poco el camino de El Encanto del Erizo de Mona Achache. Ese hermoso film de 2010 entre una niña y la portera de su edificio que a todos nos encantó y que nos ha puesto en un lugar de reflexión. Pequeñas Diferencias no está a su nivel pero lo intenta.
Las miserias de una relación pueden desencadenar otras y mayores miserias. Un título que lejos está del filme, un título que pone en evidencia solo un hecho dentro de una historia atrapante en tono comedia policial que se nos invita a ver y a entender en dos pasos, en dos pasos en simultaneo. Ilan es un profesor de astrofísica de unos 58 años (protagonizado por Yossi Pollak) que está casado con labella joven Noami de 28 años (Melanie Peres). Todo irá sobre ruedas en su matrimonio hasta que comienza a sospechar sobre las actitudes de ella, hasta que finalmente descubre que lo engaña con un pintor mucho más joven que él. Cuando descubre la infidelidad se lo cuenta a su madre (Orna Porat) que a sus 80 años trata de aconsejarlo en semejante situación. Un amigo policía será el cuarto protagonista que dará forma a esta película donde el engaño de la joven es solo un hecho desencadenante en todo lo que vendrá después. La Infiel es una obra de intriga que nos pone en el lugar del espectador impaciente y voyerista en busca de encontrar el momento indicado donde todo se resuelva. Dejamos de ser meros observadores, cada dialogo nos da certezas de lo que viven sus personajes y cada uno de nosotros sabe lo que está sucediendo entre ellos, aunque ninguno sepa realmente que pasa con el otro. La obra de Eitan Tzur (responsable de la versión israelí que inspiró a In treatment y a su versión Argentina En Terapia) se abre ante nosotros a partir de algunos elementos que profundizan la agonía del protagonista, nos hacen generar empatía a pesar de sus responsabilidades y su madre, quien en un giro de culpa hará de esta película una obra sobre la moral, la culpa, los celos, la responsabilidad y el amor. En este combo, el director nos trae muchas de las raras sensaciones que precipitan a una infidelidad y cómo cada uno, toma de sí y de su historia, la mejor manera de resolver ese tema. Y no sólo de los tres máximos involucrados dentro una infidelidad, sino todos aquellos externos que hacen de ese entorno un espacio hostil, enrarecido y sombrío a partir de sus acciones. Orna Porat de 89 años hace un papel extraordinario de una madre que descubre a tardía edad todo lo mal que ha hecho a su hijo y cómo puede ayudarlo frente a la situación que está pasando en su vida. Porat es lo mejor del filme, acompañada muy bien por YossiPollak. La guión genera cierto interés pero se pierde en planos lentos y repetitivos al principio, para luego subir el climax y terminar con un final más que merecido.
¿Cuál es el verdadero camino a la fama? El director italiano Matteo Garrone -Gomorra (2008)- nos trae una historia de una típica familia pobre napolitana en la que uno de sus integrantes encuentra la posibilidad de salir de ese mundo como parte de un reality televisivo. El programa en cuestión es Grande Fratello (la versión italiana de Gran Hermano) y el integrante es Luciano (Aniello Arena), un padre de tres hijos que es dueño de una pescadería y que impulsado por los suyos y por su propio deseo de fama y dinero, se embarca en lograr un lugar en el casting de la próxima edición del show. Este será el punto de partida de Reality, donde la búsqueda de triunfar puede obsesionar y enloquecer a cualquiera. Luciano aún no ha accedido ni a un gramo de su posibilidad de éxito cuando ya comienza un camino que lo llevará por un laberinto siniestro de locura, fascinación y/u obsesión. Siguiendo con la tradición tragicómica del cine italiano, Garrone nos sitúa en una familia bien particular, nos la presenta en una fiesta de casamiento donde lo clásico y tradicional de los casamientos se mezcla con lo moderno: un celebritie – gracias a su participación en Grande Fratello- viene a saludar a los novios, a darles aliento en su matrimonio y huye rápido en un helicóptero, como si lo que pueda decir “este famoso” a esta joven pareja de tortolos sea la máxima palabra. Con estas primeras escenas podemos imaginarnos el génesis de la película, de cómo la televisión actual va marcando el ritmo de la sociedad actual, donde los medios hacen estragos en todas las generaciones. Luciano, sus padres y tíos, como sus sobrinas e hijos, están ligados a esta manipulación visual que los termina acorralando. Porque una vez que su protagonista accede a un primer casting y pasa esa ronda, su vida deja de tener sentido y su único fin en ella es ingresar a la casa del Gran Hermano. Comienza el delirio de persecución, de redención de los pecados porque ese gran ser que manipula en esta historia no solo puede ser el gran público, también puede ser la televisión – como medio de comunicación o como dispositivo- o el propio Dios que ligado y unido los primeros, le está haciendo ver a Luciano que si no ayuda a los otros es poco probable que lo ayude a él en su ingreso al show. El Gran Hermano está ahí, en todos lados, observándonos. No es necesario entrar en la televisión para no sentir que uno está viviendo un reality, o por lo menos, es lo que Garrone nos transmite a lo largo del filme. El trabajo de cámara permite vivir todo el tiempo la historia de Luciano como un reality show, nada de ficción hay aquí. Incluso el propio Aniella Arena es un presidiario que el director conoció durante el rodaje de Gomorra y que forma parte del grupo de teatro de la cárcel de Volterra – el mismo lugar donde se filmó César Debe Morir- y que aporta a la historia de un realismo mucho mayor conuna actuación inocente y de un candor propio, ligado al descubrimiento de un mundo que no es suyo porque no lo conoce. La película nos abre mil caminos de análisis sobre los medios, su manipulación, la neotelevisión con su cuota de cuasi realidad en pantalla que más que realista es pobre y guionada, donde la fama es el sueño de todos y donde esa búsqueda por ser y estar en ella puede conducir a caminos inimaginados. Incluso la iglesia no se queda fuera de la crítica que plantea el director: la fascinación por la televisión no dista mucho de ser la nueva religión actual. Una película que nos permite reflexionar sobre los medios de comunicación actuales, sobre sus formatos y contenidos; y de cómo estos influyen en la sociedad generando diferentes efectos. Ampliamente en parentada por algunos ejes temáticos con Requiem por un Sueño y de The Truman Show, Reality es una película abierta a la interpretación que sacude mentes y espíritus. Definitivamente, Garrone es de lo mejor del nuevo cine italiano en su búsqueda de una realidad mucho más ácida que sus antecesores y Arena cumple con un papel que parece estar pensando a su medida. Una mirada interesante de la sociedad como producto cosificado y donde la mira está puesta en el estar y no tanto en el ser. Lo que consumimos nos define tanto por lo que tenemos por lo que nos falta. @Belloysublime
Por las rutas mendocinas hasta el fin. Después de estrenarse en noviembre de 2010 en el Festival de Cine de Mar del Plata, Road July del mendocino Gaspar Gómez se estrena en el circuito comercial luego de recorrer varios festivales internacionales. La historia de Santiago (Fernando Carrasco), que se entera que hace 6 meses murió la madre de su hija de 10 años con la que jamás tuvo relación. Su ex amiga y tía de la niña le propone un desafío: llevarla hasta la casa de su abuela (Betiana Blum) mientras ella puede avanzar con unos proyectos académicos y de paso, liberarse de la presión de cuidar a la pequeña (Federica Cafferata). Daría su vida por ella pero la responsabilidad de cuidarla la está agobiando. Santiago ha pasado por 10 años de liberación, de vivir una vida de soltero y despreocupación, sin importarle demasiado nada ni nadie. Ni lo que le dice su novia, ni lo que lo que le pasó a su ex novia ni a su hija tienen algún tipo de relevancia para él, pero una charla con su mamá (Mirta Busnelli) lo hace cambiar de opinión y es ahí donde esta road movie toma vida. El personaje de Santiago va creciendo de a poco. Sus gestos y su inmadurez, frente a la joven July de un semblante mucho más maduro y serio, funcionan perfectamente para dar fuerza a este relato que se va desarrollando sobre un viejo Citroën 3CV, único testigo junto al paisaje mendocino del surgimiento de esta relación entre un padre y una hija. Lo más destacable de la película de Gómez es la fotografía de Máximo Becci, quien logra darle una calidez visual al filme aprovechando al máximo la luz natural en planos que nutren lo narrado. Una road movie se mueve en un camino que puede ser hostil o agradable según lo que se necesite contar. La elección del director sobre los escenarios naturales va atada justamente con la historia, las zonas áridas para el conflicto y los espacios frondosos, verdes y coloridos para los momentos de interacción, acercamiento y/ o confianza. Road July son 88 minutos de un cruce emocional sobre lo difícil que es ser padre y por sobre todo, lo difícil que es crecer y dejar atrás un pasado sin responsabilidades y obligaciones. Como todo ser un humano en algún momento de su vida descubre que hay fases de ésta que hay que dar por concluidas para poder avanzar.