Ce n’est pas une oeuvre d’art. “El hombre que vendió su piel” de Kaouther Ben Hania. Crítica.
René Magritte desde su obra “Esto no es una pipa” cuestionaba el concepto de obra de arte.
Francisco Mendes Moas Hace 2 días 0 6
La segunda película ficcional de la directora tunecina, Kaouther Ben Hania, llega este jueves 24 de febrero a los cines. “El hombre que vendió su piel”, se presenta como una obra artística que dialoga y crítica al mundo del arte. Invitando al espectador a reflexionar de manera activa sobre lo que sus ojos presencian. Cuestionando el concepto de obra, quien define tal estatus y sobre todo el peso que tiene el dinero dentro de las altas esferas artísticas. Hasta el punto de justificar actos atroces.
Tras verse obligado a escapar de su país, Siria, Sam Ali vive con lo justo y necesario. Alejado de su gran amor, quien se encuentra viviendo ahora en Bélgica, se ve obligado a vender su espalda a un artista a fin de conseguir los medios para ingresar a Europa. De esta manera se convierte en la última obra de arte del artista del momento, debiendo posar por horas ante la mirada de los visitantes de los museos. Entendiendo así que no solo cambió su espalda por dinero, sino que también su libertad tenia precio.
Desde tiempos inmemoriales los artistas buscaron la manera de sobresalir sobre el resto. Ya sea obteniendo la perfección sobre una técnica específica tras muchos años de práctica, cuál Claude Monet. O desglosando y transformando el concepto de obra de arte como hizo Marcel Duchamp con su famoso mingitorio gigante. Esto mismo trae aparejado detrás de sí, a una industria millonaria que invierte millones en obras invaluables.
Si bien la historia de “El hombre que vendió su piel” puede resultar satírica o irrisoria, una aclaración final nos anuncia que todo está basado de manera libre en una historia real. “Tim” de Wim Delvoye, al igual que el protagonista del audiovisual, vende su espalda al artista y se convierte en una obra viva, que camina y respira. ¿Hasta qué punto los espectadores son movilizados por el placer artístico? ¿Qué tan grande es el papel del morbo en dicha ecuación? ¿Lo hacen por admirar el talento o sino por el hecho de estar expuesta?
A diferencia de Tim, quien es suizo, Sam es sirio. Lo cual provoca que habiendo perdido completamente su humanidad, convertido en obra en exposición, objeto mercantil vendible, pueda viajar con mayor facilidad por el mundo. Las trabas de los refugiados no se aplican en el. Al contrario que muchos de sus compatriotas, no llega a duras penas a alguna costa cercana a bordo de una balsa inestable o duerme en un inmenso campamento. Un sommier con suaves sábanas y caviar lo esperan en sus noches.
Pero los resultados nos son más favorables para él que para sus compatriotas refugiados. Los lujos son a cambio de perder su condición de ser humano y su libertad. Sentado por horas en exhibición, los observadores deshumanizan a la persona, sus ojos solo ven un producto. Aunque como nos demuestra la película, pueden olvidar que es una persona pero jamás que es un sirio. En plena subasta donde es vendido, realiza una acciones por las cuales todos los participantes lo juzgan de terrorista y huyen despavoridos del lugar. Una obra que puede matarlos, jamás una persona.
¿Hasta qué punto el dinero define qué es arte? Ya que a fin de cuentas, si la espalda de Sam no estuviera firmada por un artista de renombre, solo sería un tatuaje extravagante. Sin nadie fuera a ver la exposición, sin nadie que ponga precio o adule dichas acciones, al igual que muchas cosas, esto no tendría éxito. ¿Tiene derecho la sociedad a exigir ética a los artistas? Es evidente que si, como también tiene derecho a elegir que consume y que no. Al igual que debe hacerse cargo de lo que su consumo fomenta y avala directamente.
Si bien la película de Kaouther Ben Hania no es impecablemente perfecta, deja mucho de qué hablar y vislumbra un gran talento a seguir. “El hombre que vendió su piel” realiza un ataque mordaz al mundo del arte, sus exhibiciones y su industria. Invitando a reflexionar sobre nuestro propio consumo artístico. Sabiendo que al igual que el cine, este mundillo a veces genera arte, otras entretenimiento, pero siempre mucho, muchísimo, dinero.