La guerra muda
El hombre que vendrá (L’uomo che verrà, 2009) puede ser muchas personas. Ambientada en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, puede que refiera al hombre como una colectividad, y que el hombre que vendrá hable por un pueblo y no un individuo. Puede que refiera a una entidad mesiánica. En principio, refiere a la embarazada Lena, que espera un niño destinado a nacer en la velada de la masacre de Marzabotto, en Bolonia.
La masacre de Marzabotto ocurrió durante los primeros días de octubre de 1944 en la Bolonia rural, cerca de Marzabotto y otros pueblos aledaños. La historia siempre ofrece varias explicaciones para sus atrocidades; la película de Giorgio Diritti la toma como una represalia nazi contra la actividad partisana de la zona. Esos días vieron la masacre sistemática de cientos de hombres, mujeres, niños y ancianos desentendidos de la guerra, apoyando apenas marginalmente a los insurrectos.
El film se ancla en la mirada de Martina, una niña de 8, y su amplia familia/comunidad de granjeros, que se encuentran en la línea de fuego entre la avanzada de la SS y la guerrilla partisana guarecida en los bosques boloñeses. Martina ha enmudecido desde la muerte de su hermanito en sus propios brazos, y presuntamente hablará con el nacimiento del próximo. Este voto de silencio carga de significado su mirada, un testigo silente a los sucesos que culminan en un acto de violencia a la par del acontecido en Sant’Anna di Stazzema.
La película ha sido ganadora de varios premios Di Donatello en su Italia natal, entre los que cuenta el premio a Mejor Sonido, acaso un reconocimiento a su representación completamente sonora e incorpórea de la guerra. El horror de la masacre cae en cuartos de final, pero por lo demás, la tosca y silente vida campesina domina la película, moldeada al estilo neorrealista de Roberto Rossellini, que allá en los ‘40s cambiara el paradigma de representación cinematográfica con sus películas de posguerra.
Se trata de un film que condensa el tiempo que transcurre y las varias miradas que lo cruzan, y en lo que acción refiere, se limita a sugerirla o mostrarla con impresión, de reloj y poco estética.
Acaso el mayor mérito de Diritti sea el de iluminar este oscuro episodio histórico y convidarlo al mundo. Tiene la dignidad de no embelesarlo cual melodrama y presentarlo como la temática densa y sombría sobre la que trata, sin dejar de recordarnos, al final, con poco y nada de esperanza, que algún día vendrá un hombre.