Guido pensaba tener una vida tranquila, hasta que una
tarde de invierno, un imprevisto en la cama, trastorna la
relación con su novia Chiara. Van a la farmacia a comprar
la pastilla del día después, Guido le propone no tomarla
y ella le confiesa sus dudas acerca de la relación. Es el
principio de la crisis de Guido, que debe hacer las valijas
e irse, pero ¿para ir a dónde? Incapaz de estar solo,
recurre a la hospitalidad de sus padres y de sus amigos
más queridos, naufragando de un sillón a otro, en el
insólito rol de testigo de sus vidas e intimidades.