En un taller barrial un grupo de jóvenes, la mayoría de ellos con síndrome de Down, se dedica con pasión a la pintura. La directora Josefina Recio sigue con su atenta cámara el día a día de esos protagonistas, que descubren en cada pincelada sobre la tela la necesidad de ser libres, expresar sus deseos, temores y creencias en un mundo que los atenaza, muchas veces negándoles su interioridad y, al mismo tiempo, les deja lugar para sus sueños y para comprender a quienes se encuentran a su lado.
En contraposición a los cuadros surrealistas que suelen pintar buena parte de los integrantes del taller, el grupo deja lugar para la risa y para la ternura.