El ídolo: los triunfos menos pensados
Hany Abu-Assad, referente del cine de Medio Oriente, con antecedentes merecidamente prestigiosos como Rana's Wedding, Paradise Now y Omar, juega en El ídolo una carta de cine más convencional y de intención masiva, sobre la base de la historia real de Mohammed Assaf, ganador del concurso televisivo de canto Arab Idol. Y construye un biopic desde la difícil infancia del ídolo, cuando el mejor personaje es la hermana del protagonista. De ese momento y de toda la película, porque la niña actriz tiene esa frescura, desenvoltura y la mirada que -parafraseando a David Griffith, según contaba Horacio Quiroga- valen mucho en la pantalla grande.
Hay una gran tragedia luego del primer tercio, una elipsis, y el cambio de edad del niño, que pasa a ser joven, y sigue queriendo cantar. Abu-Assad oscila entre las fórmulas más probadas de la película de triunfo contra todos los pronósticos -el protagonista vive en la Franja de Gaza- y la pintura social conflictiva, sobre todo en la segunda parte.
No hay grandes problemas de estilo -o de apropiación demasiado superficial del subgénero "triunfo impensado", como en Billy Elliott-, tal vez porque tampoco se juega en El ídolo la propia firma del director. Sobre el final hay una buena conexión entre ficción y realidad, como si finalmente el realizador con identidad se hiciera presente en el momento del triunfo. De todos modos, una película como Sing Street, de John Carney, entiende mucho mejor el pop y el subgénero. Y hace un retrato de familia, en contextos políticos menos complicados, más complejo.