Las historias de superación personal y ascenso social siempre pagan en el mundo del cine. Pueden ser más o menos efectivas en términos visuales pero gozan en general del favor del público. Todos necesitamos ser inspirados y ver como la fibra humana vence las dificultades materiales, al menos en unos pocos casos.
Debe haber sido esta la razón por la que Hany Abu-Assad , un cineasta increíble para su medio y ya nominado al Oscar, eligió la historia real de Mohammed Assaf, un aficionado a la música que ganó el concurso de "Arab idol" (franquicia de la versión americana) y se convirtió en una estrella local luego de un largo y complicado derrotero.
Abu-Assad intenta en cierta manera hacer una versión menos colorida que el máximo exponente del género ("Slumdog millionaire", si me preguntan), pero con bastante del calor local en relación al conflicto de la zona donde la acción ocurre. Ser palestino no es precisamente hoy en día vivir una existencia relajada y mucho menos pelear para torcer lo que el destino le ha dado en suerte.
Por ende, Mohammed deberá hacer su propio via crucis para llegar a cumplir con su sueño (en este caso, llegar a Egipto y hacer su arte).
La historia arranca cuando él es pequeño y funciona bárbaro en ese primer tramo. La bandita que el protagonista tiene es adorable y las tribulaciones para conseguir sus primeros instrumentos musicales también. Luego el pibe crece y comienza a sentir que su destino no pasa por el lugar donde está. Y salir de su zona de confort no será precisamente fácil.
"El ídolo" es un film correcto, clásica biopic encarnada por una figura con cierta fibra pero pocas condiciones actorales (Tawfeek Barhom no ofrece demasiados matices), discreto en cuanto a su elenco pero aceptable y exótico en cuanto a atmósfera y marco social.
Entretiene, no puedo decir que inspire (a mí me hubiese gustado más saber de Gaza que de cómo colarse para participar de un reality show) pero creo que está bien en líneas generales y es entendible que después de dos films muy duros ("Paradise now" y "Omar"), Abu-Assad se haya tomado un respiro para encarar un próximo gran proyecto.
Sí tenemos aquí, una película que instala lo político de manera lateral pero se guarda el mensaje de esperanza para impactar hacia el climax de su relato. Se deja ver y aunque no sea de los trabajos más intensos de este cineasta, siempre es agradable acercarse a su cine.