La auténtica magia del cine
El director de esa gran película llamada ;Las trillizas de Belleville invirtió más de cuatro años de trabajo y 12 millones de euros para concretar este guión original (hasta ese entonces inédito) escrito en 1956 por Jacques Tati, el genial creador de Playtime, Mi tío y Trafic.
La película tiene como protagonista al propio Tati (en una versión animada, claro), como un decadente mago que, luego de varios fracasos en París, sale de gira por distintas ciudades y pueblos del Reino Unido hasta que conoce a una inocente joven escocesa que pasa a acompañarlo en el tour y a convertirse en una suerte de hija sustituta (de hecho, Tati concibió esta historia como un regalo y "pedido de perdón" para una hija adolescente a la que apenas conoció) quien cree que el protagonista tiene poderes sobrenaturales para conseguirle vestidos, zapatos y todo lo que ella sueña. Y él, por supuesto, hará todo lo posible para no desilusionarla a pesar de las crecientes dificultades que acarrea.
Película de viaje, perdedores y enredos que transcurre en pubs, hoteles y teatros de mala muerte, oda profundamente lírica, sensible y melancólica hacia un mundo perdido y un tiempo que pasó, El ilusionista es un film bello, pero sin demagogia alguna. Esa falta de "gratificaciones" instantáneas lo hace, es cierto, por momentos un poco frío y algo arduo, pero al mismo tiempo le otorga una nobleza y una solidez artística infrecuentes.;
Concebida con la técnicas artesanales de animación en 2D y la inclusión de algunos elementos en 3D, El ilusionista es una tragicomedia (llena de gags pero también de una profunda nostalgia) que no sólo remite al universo de Tati (el artista favorito de Chomet) sino también al humor físico de un Charles Chaplin o un Buster Keaton. Es decir, a la altura de los verdaderamente grandes.