La magia resurge en un mundo de cartón pintado
El cineasta francés Sylvain Chomet, el mismo que presentó Las trillizas de Belleville en el año 2003 en Cannes, adaptó para su segundo trabajo un guión original de Jacques Tati. Se trata de El ilusionista, que cuenta la historia de un viejo mago que trata de no defraudar a Alice, una niña convencida de que sus trucos de magia son reales.
De la misma manera que él cautiva a la pequeña, el film lo hace con el público y lo hipnotiza por la belleza de sus imágenes, plasmadas con una perfecta combinación de técnicas artesanales de animación y tecnologia que potencia los relieves y los fondos.
El protagonista actúa donde puede, entre teatros con más butacas que público, y en medio de una trama que habla del peregrinaje de un artista junto a su conejo en un mundo de cartón pintado que parece desmoronarse.
El ilusionista es la historia de un viaje, pero también es una enternecedora historia entre dos personajes que parecen entenderse (la chica termina siendo su asistente) en el mundo del olvidado music-hall.
Entre afiches que promocionan su actuación y en medio de castillos o callejones que parecen detenidos en el tiempo, el realizador logra una película querible, nostálgica y técnicamente envidiable.