A veces, más es menos...
El Dr Parnassus (Christopher Plummer) recorre diversos escenarios con su extraordinario show Imaginarium e intenta atraer la atención del público. Luego de obtener la inmortalidad, se enamora y hace un trato con el diablo (Tom Waits) para que le otorgue juventud. A cambio de esto, tendrá qeu entregar a su hija Valentina cuando cumpla los 16 años. El Dr. Parnassus debe hacer todo para protegerla. Quién pueda ayudarlo en su tarea, tendrá la mano de su hija en matrimonio.
Tony, uno de los personajes que desfilan por el film comenzó con la actuación de Heath Ledger. Después de su muerte, Johnny Depp, Jude Law y Colin Farrell se encargaron de continuar el papel y representaron diferentes costados del mismo personaje.
El director Terry Gilliam (Las aventuras del Barón Munchausen) pone toda su imaginación al servicio de un relato que muestra a artistas de varieté en decadencia, con su espectáculo ambulante y su puesta del Imaginarium. La historia resulta atrapante durante la primera media hora, en la que se presentan los personajes y hace su aparción Tony (Heath Ledger), un joven colgado y al punto del suicidio. Pero después pierde puntos.
Toda la artillería y parafernalia visual está puesta al servicio de un relato que se sumerge en lo fantástico (de hecho, el público entra a otra dimensión a través de una puerta mágica), pero la historia no progresa y no siempre divierte. La acción se se ve siempre paralizada por el delirio y adornada por pirotecnia visual.
Con una suerte de figuras toqueladas, cortinas que abren las puertas de otros mundos, y universos que parecen propios de Alicia en el país de las maravillas, Gilliam rinde homenaje al teatro y construye un film plagado de criaturas extrañas (Percy, el enano del show, la mano derecha del Dr. Parnassus) y excesos.
El hecho de que Heath Ledger haya sido reemplazado no cambia demasiado las cosas. La intervención más breve es la de Johnny Depp, pero los actores que sobresalen siempre son Christopher Plummer y Tom Waits, en el rol del diablo.
Un viaje sólo vistoso, que invita a morder la manzana, pero que en ningún momento llega al nivel de las realizaciones anteriores del cineasta. Al igual que en el teatro, se ve el cartón pintado. Hasta se da el lujo de cerrar la película como "un film de Heath Ledger y sus amigos..."