Raro, como encendido
Lo último de Terry Gilliam sigue la línea de la mayoría de sus películas y guiones en general. Sus ideas surreales e imaginativas se remontan a los tiempos de Monty Python en donde más particularmente se destacaba por sus burlescas animaciones que involucraban todo tipo de ideas delirantes que convirtieron a la serie del quinteto humorístico en un programa de culto absoluto.
De los cinco Python’s, Gilliam fue el único que se atrevió a dirigir y guionar sus propias películas, o al menos el que más se destacó por ello (pese a que John Cleese por su parte recibió una nominación al Oscar por el guión de A Fish Called Wanda).
Puede acusarse que El imaginario del Doctor Parnassus es efectista, hasta cierto punto algo simple e incluso no tan poderosa a nivel visual como lo fue Brazil o 12 Monos, lo cual deja al descubierto ciertas lagunas narrativas, no obstante es irrefutable que se trata de una obra muy personal y única que no deja de sorprender en ningún momento.
Vale la pena compararla con la obra de su colega Tim Burton dada la naturaleza de la premisa fantasiosa, pero a diferencia de Burton, Gilliam no explota sus recursos del mismo modo que lo hace Burton desde hace diez años, es decir, pese a que siempre se mantiene en la misma línea narrativa y sigue el curso de un género que ha sabido aprovechar por largo tiempo, de algún modo logra reinventarse y buscar una vuelta distinta que distinga a su película como diferente del resto, lo cual no se puede decir del creador de Jack que en los últimos tiempos no ha sabido más que convertirse en un estereotipo de sí mismo.
Y es por este motivo que Doctor Parnassus resulta una bocanada de aire fresco en su carrera que luego de sus anteriores dos producciones (Tierra de pesadilla y Los Hermanos Grimm) parecía ir cayendo en picada.
Mucho se ha dicho al respecto de que se trata de la última (e inconclusa) aparición del difunto actor Heath Ledger que debió ser reemplazado por tres otros intérpretes (Johnny Depp, Jude Law y Collin Farrell). Lo curioso es que de haberse escrito el guión original de esta manera, ciertamente hubiera parecido natural y no un último recurso. La verdad es que la situación se supo salvaguardar de manera sorprendente hasta el punto de que resulta increíble creer que se debió cambiar tanto el guión para poder terminar el rodaje.
En definitiva, no es ésta una película para cualquiera, y es incluso difícil de ver, no por la complejidad del relato sino por el mero hecho de que Gilliam siempre ha manejado una narrativa muy particular que no siempre es bienvenida por todos los espectadores.
Bonus Track
-Tom Waits en su papel de diablo es un deleite para sus fanáticos. De todos los papeles que ha hecho para el cine, probablemente éste sea el mejor desarrollado, y no parece casualidad que el rol de diablo le siente tan bien.