Mi tierra
En el documental El impenetrable (2012), sus directores retratan el viaje de uno de ellos al Paraguay, país en donde busca tomar contacto con las tierras que heredó de su padre para donarla a los nativos. Las cosas no le resultarán nada fáciles.
Daniele Incalcaterra dice en el comienzo de El impenetrable que su trabajo es “hacer películas”. Junto a Fausta Quattrini dirigió este registro de su viaje, en el que la recuperación de las tierras que compró su padre y que tanto él como su hermano heredaron se torna un tanto densa. Como todo buen trabajo documental, lo que su peripecia pone en evidencia es mucho más que eso. Es un viaje que pone en vidriera a los efectos de la dictadura de Stroessner, un panorama del penoso trato que reciben los pueblos originarios y el triste estado de la fauna y la flora local.
Daniele llega con las escrituras y lo primero que comprendemos junto a él es que el calificativo “impenetrable” tiene su razón de ser. Que más allá del asfalto se extiende un camino de tierra que desemboca en un territorio tan frondoso como rico, a los que un puñado de poderosos (no tantos) aspiran a explotar perpetuamente. Es por eso que, además de conmovernos, su intención por devolver las tierras “a la tierra”, como dice en determinado momento, nos puede resultar un propósito casi de otro mundo. A través de una serie de encuentros con abogados, políticos, un hombre que –aseguran- “es el más rico del país”, el mismísimo ex Presidente Lugo y varias personas más, el director y protagonista de esta historia nos atrapa con una película que, de convertirse en ficción, no debiera desdeñar nada de lo que la realidad le provee.
En poco más de una hora y media, el documental despliega secuencias que desnudan la desidia burocrática y el sistema cuasi feudal que aún sigue vigente en América Latina. Por fortuna, los realizadores se han cuidado de no hacer de este panorama un motivo para caer en golpes bajos, poniendo el foco en la cuestión legal sin dejar de perder de vista el drama (social, histórico, natural) que funciona como contexto de la búsqueda por el reconocimiento de las tierras.
Si bien en determinado momento es un tanto abrumadora la cantidad de información legal que el espectador recibe, no menos cierto es que los realizadores se las han ingeniado bastante para que el relato fluya. Tal vez, no está bien apuntado cuánto tiempo ha pasado desde la llegada hasta el destino final de Incalcaterra, o es un poco cuestionable la no aparición de habitantes aborígenes (que, por otra parte, son nombrados casi por todos), pero nada de esto le quita a El impenetrable sus méritos. Aquí, lo informativo y lo dramático (al fin de cuentas, en el documental también hay drama) están muy bien dosificados, en un trabajo que parte de lo personal para ampliarse y fundirse en lo comunitario.