Una de esas películas “de relleno” en las carteleras que es mucho mejor que las centrales de las carteleras. Seguramente pase inadvertida, pero no lo merece: el gran Jackie, aquí lejos de sus comedias keatonianas de patadas y aventuras (los años no vienen solos aunque la destreza emerge cada tanto intacta) es un señor que alguna vez supo ser violento, que ha abandonado, que tiene un restaurante y una hija. Pero un atentado terrorista le arranca a esa única compañía y el hombre sale a pedir justicia justo a otro al que en realidad mucho no le importa (tiene sus razones), interpretado por otro que siempre cumple, Pierce Brosnan. De allí en más imagine una trama de film de Liam Neeson pero con Jackie, que cuando tiene que emocionar y ponerse serio (acá no se ríe casi nunca) también resulta efectivo. Martin Campbell, un realizador que tiene menos estilo que destreza (y que dirigió a Brosnan en un par de Bonds) se dedica a contar lo mejor posible la fábula del hombre herido que ataca como fiera ídem y se choca con la corrupción ambiente. No es nada original, no carece de momentos que parecen de relleno, pero uno les cree todo a los personajes y eso basta para justificar la salida al cine: hoy por hoy es algo que escasea. Clase B con dinero encima, aventura honesta, tiros y emociones. Para eso está la pantalla.