Auspicioso debut en solitario de Juan Schnitman. Se estrena El incendio, drama de enorme tensión con buenas actuaciones de Pilar Gamboa y Juan Barberini.
Para crear suspenso no siempre se necesita tener crímenes, muertes o policías. Como ha demostrado Claude Chabrol a lo largo de su filmografía, o incluso Alfred Hitchcock, a veces la tensión en el hogar es un buen disparador para transmitir diversas emociones al espectador.
Lucía y Marcelo acaban de comprar su primer departamento. Cuando están a punto de comenzar la mudanza, le notifican que el propietario anterior no puede participar de la venta y deben retrasar un día la transacción.
Schnitman, co director del trabajo colectivo El amor (primera parte) parte de una premisa cotidiana para reflejar un conflicto creíble, la inseguridad conyugal de un pareja a la hora de dar un paso gigante en su relación.
Pequeñas situaciones de la rutina derivan en discusiones y peleas, que se podrían solucionar de otra manera en un contexto más pasivo. Pero el guión es sumamente completo y creativo. Expone a los personajes a ambientes virulentos. Lucía trabaja en la cocina de un restaurant, donde debe ser testigo de discusiones entre empleados y patrones, y además objetivo de ataques verbales y propuestas sexuales por parte de los compañeros. Marcelo, es profesor de una escuela secundaria pública, donde debe enfrentarse con alumnos problemáticos, padres violentos y autoridades que prefieren lavarse las manos.
Esta violencia, que se suma al calor que azota la ciudad y la tensión urbana, incrementan el grado agresividad que existe en la pareja. Schnitman se toma en serio cada detalle para crear un reflejo de la clase media porteña. Situaciones que generan empatía, no solo por la verosimilitud de las acciones per sé, sino también por la potencia de las interpretaciones, especialmente de Gamboa y su mirada abierta, atenta, siempre siendo testigo de aquellos que no se dice.
El poder de las imágenes del relato pasa, justamente por la potencia de lo que se sugiere, que es aún más violento que aquello que se dice.
La ausencia de química de la pareja protagónica es intencional y está trabajada para generar un malestar en el público. Schnitman intenta que el espectador se sienta impotente ante las consecuencias –algunas previsibles- de las acciones de los personajes.
El film no es perfecto y hay algunas escenas cuya resolución es un poco exagerada en el grado virulente, pero eso no le quita efecto a una historia potente que manipula en el buen sentido al espectador, que lo introduce en un universo en el que pudo o puede llegar a ser protagonista.