En el laberinto narco
"El infiltrado" está basada en una apasionante historia real, la del agente encubierto Robert Mazur, que en los años 80 se hizo pasar por un empresario lavador de dinero para seguir la pista de los cabecillas del cartel de Medellín, en la cima del cual estaba nada menos que Pablo Escobar. Siguiendo la "pista del dinero", Mazur termina descubriendo una red de corrupción que se mueve desde las altas esferas hasta el submundo de la mafia de la droga. Eso sí, el protagonista es un agente de características un tanto especiales: es un esposo fiel y padre de familia, que es insobornable y que se encuentra incómodo entre matones despiadados. Así y todo se juega la vida en una misión que se vuelve tan letal como oscura, y decide llevar las consecuencias hasta el final. En "El infiltrado" no hay sorpresas. El desfile de narcos, banqueros, policías e informantes ya se ha repetido en muchas otras películas. Y el costado dramático de la trama está manejado de una forma muy esquemática y superficial. Sin embargo, la película funciona bien como thriller, y sus extensos 127 minutos son para quedarse pegado a la butaca. El director Brad Furman ("Culpable o inocente") también refleja de refilón las políticas corruptas de los años 80 y la mentalidad conservadora de la era Reagan, como telón de fondo del narcotráfico y sus alcances. Bryan Cranston —ese descubrimiento de la famosa serie "Breaking Bad"— se vuelve a lucir acá componiendo a un personaje valiente al que también le pueden temblar las piernas. Y su actuación es tal vez el punto más alto de la película. Otro dato de "El infiltrado" es que, si bien se desarrolla en un lugar y un tiempo lejanos, dado el contexto en el que vivimos, parece reflejar ciertos aspectos de una realidad cercana.