Basada en la historia real del agente de aduanas que se infiltró en el mundo de Pablo Escobar, este thriller opta por el realismo y por apoyarse -sabiamente- en un par de actores en estado de gracia, como Cranston -especialista en seres que deben ocultar quiénes son, como lo demostró en Breaking Bad- y Leguizamo. Mantiene la tensión todo el metraje y eso es un mérito que pocas películas logran hoy.