Con los puños atados
Imaginemos la escena. Dwayne “The Rock” Johnson y el doble de riesgo Ric Roman Waugh cenan con sus esposas en un restorán de Malibú. En sobremesa, The Rock junta los codos, entrelaza las manos y dice: “Estoy cansado de trompearme en las pelis”. Waugh bebe un culito de Chablis. “Me hicieron una oferta”, dice mirando el mantel. “Te aviso si sale algo”. Algo así ocurrió para que se haga esta película, originalmente llamada Snitch (soplón), acerca de un hombre cuyo hijo es encarcelado tras un confuso episodio, y para liberarlo debe enfrentar a un cartel mexicano sin flexionar un bíceps. La película critica al sistema norteamericano, que aplica penas inverosímiles y luego chantajea al convicto, pidiéndole información a cambio de reducir su sentencia. Es fácil simpatizar con El infiltrado pese a su medianía. Las escenas de acción recuerdan a Michael Mann y la fotografía, si bien algo kitsch, añade un componente psicológico al angustiado Johnson, que cumple con lo justo en un rol poco habitual (nadie le pide que haga Ricardo III). Criticada por ser un intento indie a medio camino, El infiltrado es en realidad un Hollywood distinto, honesto y entretenido.