El coraje de papá
Antes de que el espectador pueda objetar cualquier inverosimilitud en esta película, un cartel le avisa que la historia está “basada en hechos reales”.
Un adolescente es condenado a diez años de cárcel por haber recibido un paquete con una importante cantidad de drogas que un amigo le envió por correo. Debido a una ley, sólo si colabora entregando a otros dealers, y ayudando a la fiscalía a “hacer arrestos” podrá reducir su pena. El problema es que el joven no tiene contactos porque en realidad se trató de una torpeza juvenil, y no quiere involucrar a inocentes. Por eso su padre (Dwayne Johnson) le ofrece a la fiscal Keeghan (Susan Sarandon) conseguir esos arrestos, con el compromiso de que cuenten para la liberación de su hijo.
De este modo, él, un exitoso empresario de la construcción, se verá involucrado en el mundo del tráfico de drogas. La historia es interesante si no se presta demasiada atención a lo increíble que resulta que un simple padre de familia llegue a contactar a personajes de importancia dentro del mundo de la delincuencia en el primer intento. O los cárteles de drogas son más accesibles de lo que parece, o la DEA realmente tiene muchas carencias operativas.
Otro obstáculo para la credibilidad de la trama es el “physique du rol” de Johnson. Evidentemente el padre de la historia real no tenía esa musculatura, porque, si bien se supone que el personaje no sabe de peleas, la escena en la que lo tumban tres alfeñiques consumidos por los estupefacientes es bastante extraña.
Al margen de eso, las actuaciones están muy bien, Johnson hace un gran esfuerzo por mostrarse versátil, y en parte lo logra. Sarandon en su ambivalente papel de la fiscal en campaña política que busca el rédito a pesar de cualquier cosa, interpreta su papel de taquito, y otro que se destaca es Barry Pepper como el agente de lucha contra el narcotráfico que acompaña las operaciones.
Bien realizado, con una buena propuesta estética a la hora de filmar las escenas de acción, el filme propone suspenso, una narración ágil, y una clara postura de los realizadores con respecto a esa ley de penas mínimas que conducen a más de un “perejil” a terminar tras las rejas por una mínima estupidez.