Uno de los casos políticos y periodísticos por excelencia generaba una expectativa natural, sobre todo si te gusta la historia. Pero la decepción no era justamente algo con lo cual esperaba abandonar la sala.
El Informante de Peter Landesman relata los acontecimientos que marcaron un antes y un después en la historia norteamericana; Mark Felt (Liam Neeson), o también llamado “Garganta profunda”, subdirector del FBI que con sus revelaciones anónimas ayudó a la investigación que obligó a Richard Nixon a renunciar a su presidencia.
Quizás Hollywood nos acostumbró demasiado a que detrás de un espía o un doble agente existiera una historia llena de adrenalina, incluso si era una adrenalina política -vamos, que la política bien tiene sus montañas rusas dignas de un frenesí cinematográfico-. Pero con una historia tan potente como el caso Watergate, El Informante quedó lenta, atrás de lo esperado.
Liam Neeson hizo lo que pudo con un papel que tenía un trasfondo familiar interesante pero que queda perdido en una trama que nunca llega a explotar. Desperdiciada actuación de Diane Lane que se presentaba con un rol lleno de presencia, traumas que explorar y emociones que causar en el protagonista que nunca llegaron a visualizarse.
Todos los hombres del presidente (All the President’s Men) relataba los mismos acontecimientos pero desde la mirada de los periodistas Bob Woodward (Robert Redford) y Carl Bernstein (Dustin Hoffman), quienes fueron los que recibían la información de Garganta Profunda. Esta película de 1976 dirigida por Alan J. Pakula y ganadora del Oscar a Mejor Guión Adaptado había dejado un entramado que nos llenó de curiosidad sobre la identidad y la forma en la que del otro lado el informante en cuestión se atrevió a revelar el escándalo.
Lamento decir que el ritmo no es el esperado y el guión no le hace justicia a lo que la historia promete. O quizás simplemente así fue cómo sucedió y es preferible quedarse con lo que los libros, diarios y revistas de la época cuentan sobre lo acontecido, porque esta vez la realidad le quedó chica a la ficción. Me quedo más con la primera opción.