Garganta muy Profunda
Originalmente bautizada como Mark Felt: the man who brought down the White House, esta biopic dirigida por Peter Landesman está basada en los libros del citado Mark Felt para contar la historia de una de las figuras más polémicas y misteriosas de la historia política moderna de los Estados Unidos. Misteriosa porque su verdadera identidad fue revelada por el propio Felt en 2005 (más de 30 años después de los sucesos relatados por la película) y polémica porque se trata, nada menos, de quien destapara la olla del escándalo luego denominado por los medios como el caso Watergate. En El Informante Liam Neeson interpreta a Mark Felt, más conocido como “Garganta Profunda”.
Es por todos conocida la historia de corrupción y escuchas ilegales que tuvo como protagonista a la administración del presidente Nixon en 1972 que, gracias a la labor de los periodistas del Washington Post Bob Woodward y Carl Bernstein, se hizo pública con el posterior escándalo y renuncia del primer mandatario. Varias películas también se han referido a este hecho y han abordado la historia desde distintas ópticas como ocurre con el caso de Frost/Nixon que hace foco en la versión de Nixon por medio de una entrevista que otorgara varios años después de su renuncia o la más antigua Todos los Hombres del Presidente, que contó con las presencias de Dustin Hoffman y Robert Redford para dar vida a los mencionados reporteros del Washington Post quienes publicaron la historia inicialmente. Pero ¿quién era su misteriosa fuente? ¿quién fue verdaderamente Garganta Profunda? ¿cuál era su función? ¿por qué decidió hablar? ¿quién era el hombre detrás del topo? Con una muy buena actuación protagónica de Liam Neeson y un gran grupo de personajes secundarios, El Informante se encarga de dar las respuestas.
Lo que tenemos es un relato cronológico que empieza acertando cuando en el comienzo se toma todo el tiempo necesario para contarnos sobre Mark Felt. Un hombre a todas luces común pero con un trabajo excepcional. En 1972 Felt era un veterano funcionario público que había dedicado los mejores años de su vida a servir al país. En forma simplificada se puede decir que era el segundo al mando del FBI. Y en un tono que podría tener algunas reminiscencias con la obra maestra de Sidney Lumet, Sérpico, la película propone un ejercicio de introspección en la vida de Felt para mostrar lo que significaba el trabajo para él, la honradez con la que lo ejercía, lo mucho que le molestaba que se usaran las herramientas del FBI en forma indebida y el anhelo, si bien nunca expresado a viva voz, de ser nombrado director del organismo de inteligencia más famoso del mundo. Para esto, el director Landesman sabe alternar entre las escenas donde Felt aparece rodeado de su círculo de colegas más allegados con aquellas donde se lo ve cerca de quienes representan todo lo que odia y que durante el gobierno de Nixon fueron ganando cada vez más terreno y las que lo encuentran en la intimidad, con su mujer por ejemplo, cuando sus verdaderos sentimientos salían a la luz. Un breve apartado en este sentido corresponde a la labor de Diane Lane que, en los zapatos de la señora Felt, vuelve a dar pruebas de su gran talento actoral.
Y solo gracias a ese comienzo sólido es que el resto de la película puede lucirse. Porque una vez que dejamos en claro quién es Felt y dónde está parado (la coyuntura también responde a un momento de elecciones donde Nixon logra un segundo período en el salón oval que además está marcado por la muerte y necesidad de sucesión del más célebre de los directores del FBI, J. Edgar Hoover), lo que sigue es su recorrido de funcionario público modelo a uno de los traidores más odiados de la historia moderna estadounidense. Gracias a ese variopinto grupo de personajes secundarios que van desde los más responsables y serios representantes de la política a la calaña más despreciable de ese ya de por sí nauseabundo entorno es que la película consigue no sólo aportar la convincente versión de los hechos de Felt sino una identificación por parte del público con una figura por muchos años odiada por el hecho de exponer a una nación entera en su versión más miserable.
Con un gran trabajo de recolección histórica, buena profundidad dramática y narrativa y un constante buen uso del contexto en favor de los distintos momentos de la historia, El Informante le hace justicia a un hecho de lo más trascendente del que todavía quedaba una campana por contar.