Garganta enrevesada
Este thriller cuenta quién fue la fuente anónima que ayudó a destapar el escándalo Watergate.
Todos sabemos quiénes fueron Bob Woodward y Carl Bernstein: los periodistas de The Washington Post que destaparon la olla del Watergate hasta tuvieron película propia, Todos los hombres del presidente. Faltaba conocer más de la tercera pata de la investigación, el informante apodado Garganta Profunda, que resultó ser William Mark Felt, número dos del FBI en el momento del escándalo.
Aquí se retrata su actuación en el caso paralelamente a aspectos de su vida privada, pero en ninguno de los dos planos terminamos de comprender cabalmente quién fue Felt. Para interpretarlo, a Liam Neeson le calzaron un peluquín perturbador: es imposible mirarlo sin pensar en ese quincho (nota al pie: en la era de los efectos especiales, Hollywood aún no logró dar con tecnología capilar decente). El es uno más de los hombres que susurran, en los claroscuros de despachos oficiales, bares de mala muerte y playas de estacionamiento, a lo largo de toda la película.
Aquí hay conspiraciones dentro de conspiraciones: en ese laberinto de nombres propios de funcionarios y de instituciones, es muy difícil no perder el hilo de lo que está pasando. Tal vez el público estadounidense esté familiarizado con la historia en general y algunos de esos personajes y organismos estatales en particular, pero desde estas latitudes todo ese mundo está en una nebulosa. Y, lejos de disiparla, la película también queda envuelta en una bruma de confusión. Peter Landsman intenta recrear la atmósfera del espionaje de escritorio de las novelas de John Le Carré, pero se queda en la mueca y termina aburriendo.