Caso curioso el de “El insulto” (2017), película nominada como mejor obra extranjera en los últimos premios Oscar de la Academia de Hollywood por cuestiones coyunturales más que por originalidad, sentido y valores..
“El insulto” comienza de una manera simple y sencilla, que despierta curiosidad por el hecho que luego se desarrollará en la pantalla, un conflicto que esconde una situación más dolorosa detrás.
La habilidad del a propuesta radica en la retracción de fuerzas, dispares, opuestas, que se desprenden básicamente en que ninguno que intenta borrar en una segunda etapa del relato cualquier atisbo de originalidad y conciencia.
Así “El insulto”, terminando por conseguir una transgresión al disparador inicial con el que comenzaba todo y transformando sus disparadores en suaves intentos por detener la mirada en un conflicto que divide.
Una cañería, una falla, una discusión, un insulto, racista, xenófobo, denigrante, termina en la imposibilidad de dialogar con el otro, aun conociéndose los límites y exageraciones con las que cada uno decidió entablar la vinculación, terminando por resolver las diferencias (o no) en un tribunal.
Algo que debería haberse resuelto entre dos, en un ámbito privado, se potencia y configura una escalada de violencia que ya no exige una disculpa y que va más allá de lo moralmente establecido por cada uno desde su parámetro.
En “El insulto” el pedido de justicia por ambas partes es una anécdota, y allí el problema del film, que termina escondiéndose de mofas y algunos giros de guion que bien podrían resultar mucho más pertinentes en una cinta cómica que en un drama jurídico como se lo presenta.
La imposibilidad de generar la conexión entre las porciones participantes (demandante y demandado) y mucho menos el mínimo entendimiento para ponerse en el lugar del otro, van trazando el plan de trabajo y resolución de la película.
Se juzgan valores, palabras, esquemas, universos, pensamientos, para poder dar con el mote justo y la resolución precisa a aquello que se quiere imponer como los nuevos movimientos de manifestación ideológica.
Esa etapa de discurso jurídico construye un tempo narrativo ajeno al impacto inicial, descansando sólo en unos pocos la posibilidad de analizar los comportamientos que se desprenden de ese gesto inicial. “El insulto” podría haber sido la gran respuesta cinematográfica a un conflicto político y cultural de antaño, pero prefiere retraerse para cumplir con aquello políticamente correcto, simple y sin más vueltas.