El tema del nazismo mantiene una vigencia notable, pese a haber transcurrido más de setenta años desde el final de la Segunda Guerra. La cantidad de libros anualmente publicados a nivel mundial sobre sus diversas variantes (el conflicto bélico, el Holocausto, etc.) no muestra señales de agotamiento. Otro tanto ocurre con el cine, particularmente en países donde mayor fue la ferocidad nazi (Polonia, Hungría, la ex Checoslovaquia, la propia Alemania).
El intérprete es la primera película del realizador eslovaco Martin Sulik que se estrena en Argentina. De sus diez largometrajes de ficción, la mitad la realizó en los 90. Hacia fines de la siguiente década pareció cambiar su orientación hacia el documental. En uno de ellos, conocido como 25 de los ’60. La Nueva Ola checoeslovaca, entrevista durante tres horas a la mayoría de los grandes directores de dicha generación (Milos Forman, Vera Chytilova, Vojtech Jasny, Ivan Passer, etc). También a Jiri Menzel, aquí nombrado separadamente porque tuvo además una importante carrera como actor. A sus 80 años, Menzel vuelve como Ali Ungar, uno de los dos personajes centrales de El intérprete. Valga señalar que se trata de una coproducción entre Eslovaquia, la República Checa y Austria, y que de este último país es Peter Simonischek, el otro protagonista de esta especie de road movie por los tres países señalados.
Simonischek es sobre todo un gran actor teatral, aunque su increíble interpretación en Toni Erdmann (Marian Ade), presentada en el Festival de Cannes de 2016, le brindó reconocimiento mundial. Aquí compone a Georg Graubner, hijo de un temible oficial nazi. Un día, Georg recibe la visita de Ali. Portando una pistola para vengar la muerte de sus parientes judíos, el visitante se sorprende cuando el hijo le informa que su padre ha fallecido.
Pero no termina allí la relación entre ambos ya que Georg, curioso por conocer más acerca de su padre, le propone a Ali (de profesión intérprete) pagarle para acompañarlo y traducirle la documentación y los relatos de posibles sobrevivientes en los lugares donde aquel sembró el terror. Durante el viaje en el auto de Georg se irán perfilando las casi opuestas personalidades de estos hombres, como cuando los acompañan dos mujeres más jóvenes. Allí el entusiasmo y la avidez del conductor contrastan con la reticencia de Ali, viudo desde hace varios años.
Uno de los temas -casi podríamos decir “mitos”- del nazismo es aquí tratado con seriedad y profundidad. Ese tema es la postura de los descendientes de combatientes del Tercer Reich frente a las barbaridades cometidas por sus progenitores. Resultan sobresalientes las performances de ambos actores e incluso de secundarios como Zuzana Maurery (La maestra) y otros que son desconocidos en nuestro país. En el caso de Menzel es imprescindible recordar su prolífica carrera como realizador, empezando por Trenes rigurosamente vigilados, ganadora del Oscar al mejor film extranjero de 1967. Otras de sus obras notables son Alondras en un hilo, Mi dulce pueblito y Aquellos buenos viejos tiempos, todas estrenadas en Argentina.
Sorprende la mediana calificación de los principales matutinos, asignándole un puntaje de 3 sobre 5, e incluso la decisión de algunos de ellos de no publicar la crítica el día mismo del estreno. Es interesante finalmente señalar la recurrencia y vigencia del tema central del film, que aparece en otras buenas producciones recientes de países de Europa del Este como 1945, Ida y alguna programada en el actual 5° Festival de Cine Polaco.