¿Es más fácil afrontar el pasado para el hijo de un asesino que para el hijo de la víctima? ¿Es posible hacer una comedia dramática con esta pregunta? Más aún: ¿es posible imaginar un viaje conjunto entre el hijo de un matrimonio judío asesinado por los nazis y el hijo del funcionario nazi que ordenó esas muertes? Uno busca la tumba de sus padres. El otro quiere conocer los lugares que el funcionario recorrió en aquellos tiempos. "Mi madre los recordaba como los mejores años de su vida", comenta. Y, sí, el paisaje de Banska Bystrica, allá por Eslovaquia, es lindo.
Los hijos ya son casi octogenarios, se conocen de casualidad y la vida les ofrece esta extraña experiencia. El primer diálogo entre ambos remata con sutil ironía. La música suena intrigante y melancólica por partes iguales. Al comienzo el viaje tiene su gracia, en particular cuando el más animoso de los viejos levanta a un par de señoritas masajistas bastante divertidas. Por ahí la más linda recuerda una anécdota de trabajo muy triste, pero se siguen divirtiendo. No ocurrirá lo mismo cuando se encuentren con dos viejos miembros de la Guardia de Hlinka, esto es, los paramilitares eslovacos que hacían el trabajo sucio.
La infancia lejana, la crianza de los respectivos hijos (y el resultado), la infancia actual de una parte de Europa, el reconocimiento de culpas o la indiferencia, son asuntos que surgen sin discurso alguno, basta con verlos, a lo largo de la película. Que es buena, y pudo ser aún más incisiva. Actores, el austríaco Peter Simonischek, de la comedia "Toni Erdmann", y el checo Jiri Menzel, el mismo que dirigió "Trenes rigurosamente vigilados", "Mi dulce pueblito" y otras joyas del cine. Realizador, Martin Sulik, inicialmente inspirado en el libro "El muerto en el bunker", de Martín Pollack, sobre su padre miembro de la Gestapo.